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Nacido en Marburgo, Alemania en 1969, Ulrich Köhler es uno de los
cineastas de la célebre Escuela de Berlín. Es egresado del Colegio de Bellas
Artes de Hamburgo, en donde estudió filosofía y comunicación audiovisual.
Cuando tenía apenas cinco años, sus padres se mudaron a Zaire, hoy
República Democrática del Congo, con la finalidad de colaborar en tareas
humanitarias. Köhler volvió a Europa hasta los nueve años, y fue entonces
cuando se dio cuenta de los privilegios que tenía al formar parte de una familia
alemana. 32 años más tarde volvería a África para filmar su obra más notable
hasta el momento: Sleeping Sickness. Sin duda aquella etapa de
infancia fue determinante para sus inquietudes más personales.
Aunque su obra está compuesta solamente por cuatro largometrajes, ellos
conforman una búsqueda precisa, muy circunscrita al retrato de la condición
humana. Es un espacio de reflexión en torno a personas aisladas y expuestas a
renuncias y tentaciones que afectan de manera determinante sus vidas. Esa
elaboración de personajes complejos inmersos en coyunturas emocionales es,
quizá, lo más característico de su filmografía.
Una parte fundamental para entender sus películas es el manejo de los
espacios. Köhler no filma de manera frontal, sino que lo hace de forma distanciada,
y muchas veces son los gestos y silencios los que transmiten estados
emocionales. Utiliza planos secuencia sutiles y encuadra de manera rigurosa
para que en ello se signifique lo que viven sus personajes. El vacío es clave
en sus historias, las ausencias representan esa confrontación a la que sus
actores están expuestos.
Bungalow, su primer largometraje, forma parte de esa primera ola de películas
que cimentaron la generación de la Escuela de Berlín a la que se le adscribe
que, si bien no es abiertamente aceptada por todos los que se dice pertenecen a
ella, y no existe ningún manifiesto avalado de por medio, es cierto que se
trata de una generación que ha conformado, estética y temáticamente, el
espectro más interesante de cine alemán del siglo XXI. En Bungalow,
Köhler hace el retrato de un joven que abandona el servicio militar y que
comienza una especie de rebelión con la vida, un intento de mutar en ese
antihéroe juvenil que muchas veces termina por ser mero hartazgo de las
convenciones sociales. La destrucción, la rutina, el no rumbo son el eje para
que la película se vaya estructurando. El cadencioso ritmo de los planos
secuencia y el mapeo de los espacios son aquí los vehículos favoritos del
alemán.
Otra clave importante para situar a Köhler con sus contemporáneos, son
sus mecanismos para filmar, pues a diferencia de los más conocidos del
movimiento, como lo son Christian Petzold o Thomas Arslan, Ulrich no apuesta
por grandes rodajes, prefiere hacer películas más discretas que no buscan a
grandes públicos, filmes que más bien encuentren en el camino a su espectador
ideal, que le hablen directamente. En lo que todos coinciden es en contar sus
historias a partir del mundo actual, aunque muchas veces son claras las
referencias a momentos históricos, las películas siempre se ven atravesadas por
la Alemania de hoy, sus conflictos del presente y una realidad que conversa
principalmente con las personas que habitan aquel país. Problemas
existenciales, personajes sin certezas, espacios que guardan memoria, material
vivo en todos los casos.
En Windows on Monday, Köhler da un paso cronológico en la
edad de sus personajes. La película parte de la premisa de la mudanza de una
joven pareja a su casa nueva. Otra vez, la rutina, la crisis de soledad y los
cuestionamientos hacia los estados afectivos y sociales caen sobre los
protagonistas. “El amor romántico es un concepto simbiótico que no nos prepara
realmente a hacer los compromisos de la vida diaria”, bajo esa declaración y
argumento es sobre los que trabaja el cineasta aquí.
Su logro más importante en materia de reconocimiento público llegó en
2006, con el filme Sleeping Sickness que le trajo el Oso de
Plata a Mejor Director en la Berlinale. Es su película más aplaudida por la
crítica, que lo llevó de vuelta a sus primeros años de vida, y la que lo hizo
volver a África para a hacer una especie de retrato de sus padres. Se trata de
un cuestionamiento sobre el papel del hombre europeo en aquel continente y las
implicaciones que de por medio suceden. Una cinta sobre colonialismo
contemporáneo que no dicta sentencias, pero que sí expone las condiciones
desiguales en esta modernidad que no a todos alcanza.
La obra más reciente de Köhler es In My Room, presentada en
la sección Una Cierta Mirada de la pasada edición del Festival de Cannes. Narra
la vida de un hombre que un día se despierta solo y no encuentra rastros de
vida humana. Esta confrontación que el personaje vive con una situación tan
desconcertante, es el eje sobre el que la película va sucediendo y es también
quizá, un buen cierre de ciclo de las búsquedas del cineasta en estos años.
Una mirada intimista que al mismo tiempo cuestiona de manera global a
nuestro mundo contemporáneo.
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