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El
Festival Internacional de Cine UNAM dedicará una retrospectiva a la obra de la
cineasta belga Chantal Akerman en su décima edición. Descrito por la crítica
cinematográfica como un cine que conquista la realidad cotidiana, la obra de
Akerman es fruto de una sutil combinación entre lo dramático y lo mundano.
Nacida en
Bruselas, Bélgica, en el año de 1950, miembro de una familia judía practicante
procedente de Polonia, la vida de Chantal es, en cierta medida, producto del
drama de la guerra. Su madre y sus abuelos fueron enviados al campo de
concentración en Auschwitz, de donde solo su madre logró escapar con vida. El
cine resulta un bálsamo para una generación dispuesta a soñar lo imposible,
víctimas de la entreguerra, y en el caso de Akerman no fue la excepción. A los
15 años descubrió que otra forma de hacer cine era posible, fuera de los
márgenes establecidos por la industria norteamericana.
Es, como
en toda historia digna de convertirse en mito, luego de ver Pierrot le
fou, de un Jean-Luc Godard en pleno apogeo, cuando Chantal descubrió
su vocación de cineasta. Luego del momento de iluminación, decidió incursionar
con tan solo 18 años en el Institut National Supérieur des Arts du Spectacle et
des Techniques de Diffusion, en ese entonces la escuela de cine más importante
de su natal Bélgica.
Su
estancia en el Instituto fue apenas breve y optó por abandonarlo; Chantal se
supo con la sensibilidad estética de una cineasta en ciernes e incursionó en el
mundo de la realización con Saute ma ville, cortometraje
autoproducido de apenas 13 minutos, en el que resulta notoria la propensión a
destacar el curso cotidiano de la existencia, tópico recurrente en toda su obra
cinematográfica.
Posteriormente,
en 1972, decidió emigrar a Estados Unidos, donde residió por un largo tiempo en
Nueva York, ciudad en la que descubrió la obra de Andy Warhol, Jonas
Mekas y Michael Snow, hecho que la marcó profundamente puesto que prefirió
suprimir el impulso descriptivo y ofrecer, en cambio, una reestructuración
hiperrealista de las apariencias; se trata del nacimiento de un estilo que habrá
de trazar el camino autoral de Akerman, con trabajos como Hotel
Monterrey y Le chambre 1 y 2.
En 1974
regresó a Bélgica y luego de incursionar en el cine de corte más experimental
con Je tu il elle, realizó la que quizás sea su película más
conocida: Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles, obra
que representa un punto de quiebre en lo que se asume como femenino dentro del
espacio cinematográfico. En el personaje de Jeanne, ama de casa de mediana edad
que realiza las labores domésticas, se vale de la dramatización para borrar la
línea entre la literalidad y la ficción que rodea la representación de las
escenas domésticas.
Existen
vasos comunicantes con la obra de Robert Bresson y Roberto Rossellini, donde se
concede un punto de vista propio a lo banal o lo no privilegiado; pero lo que
en aquellos es una narrativa de lo marginal, en la obra de Akerman resulta
reivindicativo, producto de una mirada combativa que se ofrece como alternativa
a la representación tradicional de la mujer en el cine.
Con una
obra que abarca más de 40 títulos, el cine de Chantal Akerman ha sido
reconocido por los festivales más importantes a nivel mundial, entre los que
destacan el Festival de Locarno, el Festival de Cine de Venecia y el Festival
Internacional de Cine de Toronto. La descripción del detalle en el cine de
Akerman la acerca a la intencionalidad metodológica del cine documental con una
pequeña diferencia: no revela al objeto, sino que lo crea. Borra, pues, la
línea entre la realidad y la representación; entre el hecho y la ilusión.
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