Por Julia Elena Melche.
A las mujeres siempre se nos ha dicho que debemos encontrar nuestra “media naranja”, pero “una mujer entera no necesita esa media naranja… aunque el canasto esté lleno de opciones”. Las madres de todos los tiempos han aconsejado a sus hijas que deben tener un hombre a su lado para valer y ser respetadas. Pero la mujer de nuestros días ya no es la misma de la de antaño. Ahora, ha retomado su lugar en una sociedad que se lo negó y obstaculizó por muchísimo tiempo para re descubrirse a sí misma y sus enormes potenciales. Mujeres autónomas, liberadas, profesionistas, obreras, proveedoras de sus hogares, madres solteras, quiienes deciden sobre sus propios cuerpos y no necesitan de un hombre para salir adelante, pueblan el mundo.
“Las Aparicio” son un ejemplo de ellas: una familia formada enteramente por mujeres, quienes comparten una extraña tradición familiar; todas han quedado viudas en circunstancias singulares y todas han engendrado sólo niñas. Son mujeres modernas, valientes, luchadoras, que viven en la Ciudad de México y han tomado las riendas de sus vidas. La viudez les ha enseñado a no necesitar de los varones para sobrevivir y deciden tener o no romances, tener o no sexo y no sufren ni padecen por los hombres y la ausencia de amor. Pero, ¿de dónde surgió este peculiar tipo de féminas? Para quienes no las conocen, aunque medio México habla de ellas, se trata de las protagonistas de la serie-telenovela mexicana Las Aparicio, producida por Argos Comunicación y Cadena Tres que se estrenó el 19 de abril de este año y se emite de lunes a jueves de 10 a 11 de la noche en el Canal de televisión abierta Cadena Tres y se repite de 12:30 a 1:30 de la madrugada.
Desde su inicio la serie provocó fuertes polémicas, acusada de contener altas dosis de aversión hacia el género masculino. Y es que durante los créditos aparecen, a manera de ironía, una “Guía para la buena esposa” con 11 reglas para mantener feliz al marido, y en los breves cortes, una de las protagonistas destroza las cabezas de unos maniquís masculinos, otra moldea un pedazo de barro que representa al hombre y abajo del título de la telenovela reza la frase “detrás de una gran mujer…” Sus escenas eróticas con audaces semidesnudos son de lo más candentes e intensas y por primera vez en la historia de la telenovela mexicana hay personajes que hablan abiertamente de su bisexualidad y lesbianismo, entre besos, caricias, cachondeos y sexo. El lenguaje es desenfadado y sin tapujo alguno, se habla de orgasmos, frigidez, impotencia, eyaculación precoz y al pene se le dice pene. Se dicen las majaderías que cualquier persona común usa porque así nos expresamos los mexicanos; chingados, pinches, güey o pendejos inundan la pantalla.
No obstante la molestia de mucho público masculino y de algunas opiniones negativas, es un regocijo ver una historia diferente que rompe totalmente con los esquemas convencionales de las telenovelas de Televisa y TV Azteca (de las que se hace una divertida parodia en algunos capítulos). La propuesta es audaz y da paso a un nuevo género de telenovela, desde sus locaciones, el look sin artificios de las talentosas actrices, hasta los temas que aborda, los comentarios que se hacen sobre las noticias del día en torno al narcotráfico y ejecutados en nuestro país y las subtramas que se desarrollan en torno a casos y temas delicados y controvertidos como el de un transexual que lucha por recuperar a su hijo biológico o la complicidad de las autoridades nacionales con la explotación de la prostitución de menores o una teibolera que busca se respeten sus derechos laborales y no la obliguen a tener sexo con los clientes o un gay que pelea la custodia de su hijo adoptado y debe enfrentarse a los prejuicios de la abuela.
Femenina y feminista, pero en el sentido amplio de la palabra, Las Aparicio es una serie que, equivocadamente, ha sido tachada de trasmitir un mensaje de “odia hombres”. Lo que muestra es la realidad de nuestra ancestral sociedad machista, poblada por patriarcas, muchos misóginos, que les han cortado las alas a mujeres capaces, ya sea por su educación conservadora y tradicionalista y en nuestros días, por temor a la competencia profesional, laboral e intelectual. Pero Doña Rafaela Aparicio (Ma. del Carmen Farías) supo romper con el esquema de la abnegada mujer mexicana, a pesar de la época difícil que le toco vivir. Se casó tres veces y es la matriarca que crió y educó a sus tres hijas en un ambiente de libertad, pero trasmitiéndoles valores y principios para que fueran seguras, fuertes y aguerridas. Alma, la mayor (Gabriela de la Garza) da cursos y pláticas sobre terapias sexuales, es dueña de un discreto y próspero negocio de escorts o acompañantes masculinos para mujeres de alto nivel y tiene una rebelde y conflictiva hija adolescente. Mercedes, la de en medio (Ximena Rubio) es una abogada destacada y comprometida con las causas sociales y madre de una púber quien no termina por superar la ausencia de su padre muerto. Julia, la menor, (Liz Gallardo) es una joven actriz que busca su identidad sexual entre su novio futbolista y su mejor amiga de la infancia, Mariana (Eréndira Ibarra), una chef, aspirante a actriz y lesbiana declarada.
Las actuaciones son de primera y sobre todo verosímiles, como la de Paulina Gaytán en el rol de Ileana, la hija de Alma, una chica antipática, siempre malhumorada, que está en contra de todo lo que hace su madre y homofóbica, pero que arrastra grandes conflictos internos originados por haber vivido lejos de la familia, haber sido educada en un colegio conservador en el extranjero y por querer saber las causas del asesinato de su padre. Hay también personajes entrañables, como la cándida, comprensiva y paciente Aurelia (Lourdes Villarreal), la vieja nana de la familia, cuya voz en off se encarga de abrir cada capítulo con frases llenas de sabiduría.
Las Aparicio son mujeres con defectos y virtudes, que tienen miedos, prejuicios, culpas, confusiones y se plantean constantemente su papel en el amor, el trabajo, el sexo, como madres, hijas y amigas. Ser fuertes no las exenta de las desilusiones y desencuentros amorosos, ya sea con el marido infiel que murió de un infarto en los brazos de su amante, o del esposo que ocultaba sus negocios y se aparece a manera de fantasma (el inmejorable Marco Treviño), como una suerte de conciencia y consejero de su viuda Alma y de su ex suegra Rafaela, o bien, con el prominente empresario Leonardo (Plutarco Haza), un hombre que investiga la relación de la muerte de su mentor con Las Aparicio y termina enamorándose de Alma. Si bien, las mujeres son las protagonistas, los personajes masculinos ocupan lugares importantes, no como los villanos, sino como seres también vulnerables, con debilidades y fortalezas que, al igual que ellas, cuestionan sus roles en la vida y tratan de entender las necesidades y deseos de las emancipadas féminas.
Quizás, lo único que se le puede reprochar a la serie, es el medio socioeconómico en que se mueven los personajes y con el que resulta difícil que el espectador clasemediero se identifique. Alma y Mercedes son profesionistas exitosas. Hijas y nietas viven en la magnífica casa materna rodeada de jardines, con servidumbre, autos nuevos a la puerta y sin ningún problema económico ya que hasta pueden frecuentar el costoso centro de entrenamiento “Sport City”. La mayoría de los hombres son prósperos abogados o empresarios que viven con comodidad en lujosas casas o departamentos, o bien, son los sexys y atractivos escorts que ganan un importante sueldo. Con este tipo de situación financiera, los problemas seguramente son un poco más llevaderos. No obstante, los temas y conflictos que aborda están presentes hoy en día en cualquier clase social no sólo de nuestro país, sino de otros lugares del mundo y eso es lo importante en la historia.
Ganadora de cinco premios en el Festival y Mercado de la Telenovela Internacional, celebrado este año en Mar del Plata, Argentina, Las Aparicio es sin duda una serie inteligente, contemporánea, irreverente, provocadora, sin pudor en sus escenas y situaciones pero que nunca rayan en la vulgaridad, bien dirigida por Rodrigo Curiel y Moisés Urquidi y mejor escrita por Leticia López Maragalli y Verónica Bellber, que ya se puede obtener en DVD, gracias a la distribuidora cinematográfica Quality Films.
Si no la has visto, corre a comprarla!!!
1 comentario:
Gracias. Leo esta nota muchos años después, ni siquiera sé si el blog aún siga activo, pero quería agradecer a la autora por tan alentadores comentarios. Sólo una observación: el nombre de las autoras está mal escrito; yo soy Leticia López Margalli (no Maragalli) y Vero es Verónica Bellver (no Bellber). Un abrazo!
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