Por Julia Elena Melche.
Como es una
tradición, la 56 Muestra Internacional de Cine, abre con un clásico del cine
nacional. En esta ocasión es La diosa arrodillada,
dirigida por Roberto Gavaldón en 1947 y escrita por el mismo cineasta y José
Revueltas, con la colaboración del cineasta y guionista Alfredo B. Crevenna y
el escritor Edmundo Báez, sobre un relato del escritor y libretista húngaro
Ladislas Fodor. Se trata de una copia restaurada que se exhibe en 35 mm y
también para rendir un merecido homenaje a la primera actriz María Félix, en el
centenario de su natalicio.
En la cinta, Arturo
de Córdova interpreta a Antonio, un importante empresario que se enamora de
Raquel (María Félix), una mujer de belleza arrolladora. Ante su incapacidad
para abandonar a su esposa Elena (Rosario Granados), quien se encuentra en un
delicado estado de salud, Antonio intenta alejarse de su amante a quien por
aras del destino reencuentra al adquirir una estatua inspirada en su figura. Su
impulso por poseerla y alcanzar la felicidad lo llevará a actuar sin importarle
las consecuencias.
Sin duda, es un drama de tensiones asfixiantes y de una gran fuerza expresiva, con un final
inesperado, en el que brillan de igual manera María Félix y Arturo de Córdova, quienes estaban en el mejor momento de sus
carreras y aquí logran unas de sus mejores interpretaciones.
De Córdova, como el hombre atormentado que trata de
controlar su pasión hacia una mujer que no le está permitida, debatiéndose
entre el deseo y su deber como el marido de una esposa casi perfecta, hermosa, cándida
y enferma.
La Félix como una bellísima fémina ambiciosa y plena de erotismo.
Una femme fatale que igual puede
despertar las emociones más febriles en su amante, que provocar su deprecio por ser “La mujer sin
alma”.
La fotografía en blanco y negro a cargo del talentoso Alex
Phillips, logra momentos de gran belleza plástica, y los acertados planos
cerrados al rostro de María Félix, capturan todo el esplendor de su lánguida
mirada y sus maravillosos. Su porte y voluptuosidad se enmarcan con el elegante y espléndido vestuario, haciendo
que en cada escena brille más que en la anterior. Sin duda, María Félix siempre deslumbró en el
celuloide, mayormente por su espectacular presencia que por sus dones
histriónicas.
Una cinta que todo cinéfilo debe ver, en especial las nuevas generaciones, para que puedan
disfrutar en la pantalla grande una extraordinaria obra maestra del cine negro
mexicano de la Época de Oro y fascinarse con la belleza hipnótica e imponente
de una diosa del cine mexicano.
Dirección: Roberto Gavaldón.
País: México.
Año: 1947.
Reparto. María Félix (Raquel), Arturo de Cérdova (Antonio),
Rosario Granados (Elena), Fortunio Bonanova (Nacho Gutiérrez) y Rafael Alcayde
(Demetrio).
Género: Drama.
Duración: 104 minutos.
EL DIRECTOR.
Roberto Gavaldón nació en Chihuahua en 1909. Entró en
contacto con el mundo del cine en Los Ángeles, California, ciudad en la cual
residía como estudiante de mecánica dental. Después de una intensa labor en
Hollywood como asistente de dirección, Gavaldón regresó a México para
incorporarse a la naciente industria fílmica mexicana, colaborando con
realizadores como Gabriel Soria, quien fuera su mentor.
En 1944, con una trayectoria de 50 filmes que lo
convirtieron en el mejor asistente de dirección del momento, Gavaldón debutó
como realizador con La barraca. Ganador de tres premios Ariel a la mejor dirección,
por La barraca, En la palma de tu mano y
El niño y la niebla, en su trabajo confluyen un notorio interés por la
literatura, un riguroso estilo formal y una obsesión por los destinos trágicos.
Realizador de muchos de los clásicos indiscutibles de
nuestro cine, como Macario (nominada al Óscar en 1960 a la mejor película de habla
no inglesa), obtuvo la Medalla Salvador Toscano al Mérito Cinematográfico de la
Cineteca Nacional en 1986, mismo año en que falleció a la edad de 77 años.
PARA INFORMACIÓN DE HORARIOS Y SALAS, CONSULTAR: www.cinetecanacional.net
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