Por Fabián Quezada León
Desde hace
miles de años, se ha sabido que la hembra de las especies es más mortífera que
el macho; Medea parece ser la autentificación de esta afirmación.
Sin duda,
pocas tragedias reflejan de tantas maneras la extrema transfiguración que puede
sufrir el amor, que se contamina con la frustración y el odio, el abandono y el
deseo, Medea vaga indefensa y sangrante desesperada por amor, loca desquiciada
de amor, de salvaje amor, de corrupto amor, al grado que lo único que satisface
su tremendo vacío es volverse contra el amor mismo en la forma más terrible posible.
Los alcances
de esta locura de amor, de pasión extrema, de ceguera, llegan a tocar los
fondos mismos del infierno, de la desolación y del sentimiento más
profundo que la amargura misma.
Mientras que
el hombre de Medea solo piensa en lo inmediato, en satisfacer sus apetitos
terrenales de lujuria, poder y ambición, Medea lo sobrepasa por mucho en el
laberinto de su pasión, al grado de perderse y contagiarse de todas las pasiones
más abyectas con tal de conservar la mirada de Jasón sobre ella.
Pero Jasón
tiene otros intereses en este momento, cuerpos más jóvenes que tocar y coronas
nuevas que ceñirse, Jasón inconscientemente construye su terrible destino con
las piedras de las murallas que va destruyendo de la personalidad de Medea.
Y al parecer
el mito de Medea nunca ha dejado de repetirse, nunca ha dejado de ser un
incómodo recordatorio de que la traición al amor puede desencadenar el infierno y asus monstruos... Cuanto más se ha minimizado, aplastado y violentado a la mujer involucrada, mayor será la onda sísmica
que provoque Pandora y su caja son solo un juego de niños cuando Medea se hace presente y atestiguamos como se
desintegra ante nosotros.
La puesta en
escena resulta por demás interesante y novedosa al resolver el intenso drama
con el mínimo de máximos recursos: tres actores, dos círculos concéntricos de
arena y grava una piedra y una pared; sin duda estableciendo multiplicidad de símiles
entre los argumentos primordiales de la obra, la tragedia misma, al representar
esos anillos de grava una imagen de las vidas de Medea y Jasón, uno inscrito en
el otro pero sin tocarse.
Áridos, cercanos, pero separados, mientras que la
piedra es refugio pero a la misma vez un lastre, una presencia aferrada y perseverante
que no va a desaparecer y la pared es la incongruencia, el muro, el vacío al que
Medea se enfrenta en Jasón.
Una pared ineludible e indiferente por siempre.
En
ese panorama los intérpretes se desenvuelven para entregar de una manera
terriblemente sencilla, la brutalidad que encierra la traición y la venganza.
Un espectáculo que conjunta perfectamente la solidez del argumento clásico, con una visión actual y directa donde la historia de un crimen basado en la traición, los celos y la desesperación nunca dejarán de repetirse.
A partir del jueves 13 de agosto,
podrá ver la puesta en escena Medea, en versión libre sobre el mito de Medea
de Eurípides de Germán Castillo, en el Teatro Santa Catarina, Jardín de Santa
Catarina No.10, Coyoacán. Temporada del 13 de agosto al 4 de octubre. Duración: 70 minutos.
La
Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, a través de la Dirección de
Teatro y Producciones Teatrales Moisés Zukerman, presentan
Ciclo Los grandes personajes
MEDEA
Versión
libre sobre el mito de Medea de
Germán Castillo* y Mansell Boyd
Dirección:
Germán Castillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario