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Por :Ed Zadi
Al filo del círculo de la Antártida, pocos años después de la Primera
Guerra Mundial, un barco de vapor se acerca a una isla remota alejada de
cualquier otro puerto. A bordo viene un hombre joven que va a asumir el puesto
de observador climático y que vivirá en la más absoluta soledad por todo un año
en el fin del mundo.
Al llegar a la playa, él y la tripulación del barco no
encuentran rastro del hombre al cual él va a suplir. Solo a un hombre que ha
contemplado el horror y que se niega a hablar de ello. Lo único que hay es el bosque, una cabaña desierta,
rocas, silencio y el mar que lo rodea todo.
Y en eso, la noche comienza a caer y con ella resurge el
terror.
Un hombre irlandés llega
al faro de una isla y se enclaustra ahí junto al demente que le precede, un
hombre mayor pero curtido llamado Batís Caffó, que es un completo neurótico,
violento y paranoico que encarna nuestra naturaleza salvaje e instintiva,
mientras el nuevo inquilino representa su contraparte; civilizado, prudente,
gentil.
El hombre descubre que
cada noche hay que protegerse de una estampida de seres azules provenientes del
océano que atacan el faro, por las noches se desata una matanza de estas
criaturas, que al principio se proponen como los monstruos de la historia,
aunque en realidad el monstruo es Batís, que es cruel y tiene problemas
mentales y sexuales (ya que fornica con una de estas supuestas bestias) que le
hubieran hecho la vida feliz y entretenida a Freud un buen rato.
En general es una
representación del aparato psíquico: Batís es el ello (el animal), el hombre el
yo (la conciencia), los monstruos son los instintos (peligrosos por los que
buscan matarlos pero también seductores y sexuales por la criatura que Batís
tiene cautiva) y finalmente el faro es el sujeto, donde se desarrollan todas
estas batallas y conflictos; cada parte tratando de conquistarlo.
Hasta ahí la
interpretación psicoanalítica que resulta muy interesante, que son los
ingredientes de la novela original que dio pie a la película (del escritor
catalán Albert Sánchez Piñol). Sin embargo como película (dirigida por Xavier
Gens) no es tan atractiva ni profunda, de hecho se siente forzada y acartonada
en las actuaciones, con matices superficiales y comparativas con La Forma del
Agua de las que no sale favorecida en ningún rubro.
No hay ritmo ni
estructura fuertes y algunas secuencias son repetitivas y algo tediosas.
También recuerda un poco a Ávatar (de James Cameron) en cuanto al discurso
humano VS naturaleza. Sin contar que los ojos de las criaturas marinas son muy
similares a los del Fauno de Del Toro.
En este tipo de
historias (y casi en todas) el villano es el personaje más importante y entre
mejor construido esté, mejor será la película, sin embargo yo lo noté forzado,
la verdad no le creí. Tal vez la adaptación al cine debió ser más enfocada al
entrenamiento visual, porque pareciera que se respetó demasiado la narrativa
literaria del libro.
En general, una película
que podemos esperar ver en TV para no tener que soportar las patadas del tipo
de atrás en el respaldo de nuestro asiento o la interminable masticada de
palomitas con la boca abierta de la gente dentro de la sala, creo que no lo
vale.
En mi opinión se
encuentra en el limbo: ni llega a ser tan entretenida para ser comercial, no
tan profunda para ser “de arte”. Eso sí, los efectos visuales son buenos.
Reparto: Alejandro Rod, Aura Garrido, Ben Temple,
Damián Montesdeoca, David Oakes, Iván González, John Benfield, Julien Blaschke,
Ray Stevenson, Winslow M. Iwaki
País: Francia, España
Año 2017
Género: Aventura, Ciencia Ficción, Thriller Horror
Duración: 108 min
Clasificación: mayores de 15
Guión Jesús Olmo, Eron Sheean basados en la novela de Albert Sánchez Piñol
Fecha de estreno en México: 2 de Agosto 2018
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