Dejó su natal Cuba para convertirse en una
primera actriz en México, país que la abrazó por su talento histriónico y
belleza, donde destacó por su mirada profunda que parecía dialogar con la
cámara. Carmen Montejo es, sin duda, uno de los iconos más relevantes de la
época de oro del cine nacional.
Nacida en Pinar del Río, Cuba, el 26 de mayo de
1925, el fallecimiento de la actriz, este lunes 25 de febrero, marca la
conclusión de una de las historias más trascendentes de la actuación en el país,
pues Carmen Montejo no sólo cautivó al cine, también se impuso como una gran
dama del teatro y una mujer de fuerte presencia en la televisión.
Su voz era entrañable y en las radionovelas
también dejó un recuerdo imprescindible de su paso, como El diario de Susana
Galván, realizada 1942.
Pero fue el séptimo arte el que hizo de Carmen
Montejo una gran estrella, y de sus primeras incursiones en el celuloide
destacan en 1943 Resurrección de Gilberto Martínez Solares; El camino
de los gatos de Chano Urueta; y Caminito alegre de Miguel
Morayta.
Uno de los papeles donde Carmen Montejo
consigue cautivar al público fue en el melodrama de Nosotros los pobres de Ismael Rodríguez (1948), donde interpreta a Yolanda la
hermana de Pepe el Toro.
Alrededor de 80 películas dan constancia del
talento en el set de Carmen Montejo, quien exploró los diversos géneros
cinematográficos, desde el melodrama, la comedia, el suspenso y el terror, como
se le recuerda en la película de culto El vampiro de Fernando Méndez (1957).
Trabajó con grandes directores como Roberto
Gavaldón en En la palma de tu mano (1950), Acuérdate de vivir
(1953) y Doña Macabra (1971); con Emilio El Indio Fernández participó en
Reportaje (1953); Los Cachorros de Jorge Fons (1971); El profeta Mimi de José Estrada (1972); Coronación de Sergio Olhovich (1975),
son algunas películas entrañables que enmarcaron su carrera.
Aunque hizo del teatro su gran trinchera, donde
también demostró que era una primera actriz, Carmen Montejo nunca dejó el cine,
sus últimas participaciones en la pantalla grande fue en Corazones rotos de Rafael Montero (2001) y La caras de la luna de la realizadora Guita Schyfter.
Su talento fue reconocido por todos, y la
Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) le otorgó el
Ariel de Oro por su trayectoria en 2005.
En 1950 fue destacada con esta estatuilla como
mejor actriz por su trabajo en Al caer la tarde de Rafael E. Portas, y
nominada en tres ocasiones por mejor coactuación por su desempeño en Mujeres
sin mañana (1952), Sor Alegría, ambas de Tito Davison (1953) y La
infame de Miguel Zacarías (1955).
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