sábado, 11 de julio de 2009

TEMPORADA DE CAZA PARA EL LEÓN NEGRO



















Por Raúl Bravo Aduna

Tryno Maldonado, Temporada de caza para el león negro, 2009, México, Anagrama, 124 pp.

En boga. Tryno Maldonado (Zacatecas, 1977) y sus compadres coetáneos están en boga. No cabe la menor duda. Ya no es extraño encontrarse, en la sección de novedades de cualquier librería, tomitos de los escritores mexicanos de la generación de los años setenta. Nuestros jóvenes literatos han aprendido a manejar, esplendorosamente, el mundo del marketing editorial. Han logrado hacer que se antojen sus libros, que Almadía, Tusquets y Anagrama se conviertan en sinónimos de querer leer. Son textos que “suenan y resuenan, aunque los libros no se lean”, diría Gabriel Zaid. Sin embargo, eso va cambiando poco a poco. A paso lento pero seguro, han convertido a muchísimos jóvenes en lectores. Sin olvidar mencionar, por supuesto, que se han caracterizado por intrometerse al mundo literario con velocidad y fuerza ciclópeas.

En ese sentido, la más reciente novela de Maldonado, Temporada de caza para el león negro, se convierte en un libro que merece ser leído; pues se presenta como un punto de referencia que parece reflejar a toda su generación en 99 capítulos brevísimos —muy al estilo de Amberes, de Roberto Bolaño. A modo de zapping televisivo (esto lo desgañita la cubierta trasera), el escritor zacatecano traza, con un estilo fulminante y apresurado, la corta cuanto desgajada vida del personaje principal, Golo —un salvaje de la pintura. El lector recorre un camino, atropellado pero ligero, lleno de pasión, locura, arte, amor, sexo, drogas, destrucción, felicidad, sexo, erotismo, elitismo, supositorios de opio, leones, Converse viejísimos, montañas rusas, Atari, sexo, sexo y más sexo. De esta manera, Temporada de caza para el león negro destaca por ser una miniatura exquisita, un torbellino sinvergüenza lleno de diversión.

Con una prosa sencilla y desenfada, Maldonado dibuja a un personaje impresionante: “irrespetuoso, subversivo, feroz y a la vez radiante”, en palabras de Sergio Pitol. Nos conquista, el muy cabrón. También, logra hacer que lo odiemos. Después, causa ternura. Golo se exhibe como una licuadora de sentimientos: mezcla un sinfín de emociones que se traducen en una vorágine de reflexión en la mente del lector. Sin embargo, la maestría de Maldonado no reside en los pincelazos que dio para crear al protagonista. La gran cualidad de este libro está, más bien, en algo que bien podría ser llamado una “semi-poética de la repetición”. En medio de la secuencia de 99 capítulos (que parecen Polaroids desordenadas), Maldonado repite sutilmente fragmentos completos o que varían por algunas palabras. Sin que se note forzado, el autor logra inmiscuir esos pasajes que, aunque acostumbrados, completan la novela y le dejan al lector un saborcito especial en la boca.

Se terminan las palabras y uno siente lo mismo que se siente después de pasar cuarenta y cinco minutos frente al televisor cambiando canales. La incertidumbre no se hace esperar. El lector regresa al principio, busca en medio y navega desesperado, al azar, por las letras intentando encontrar una conclusión. Piensa, tal vez, que por la velocidad de la lectura perdió la concluya. Es inevitable, no la va a encontrar; debe buscarla en otra parte, en lo etéreo de la mente, quizá. Temporada de caza para el león negro es extraño, una apuesta gigantesca, pero bien lograda. Este libro confirma que el autor sigue siendo una promesa dentro de la incipiente narrativa mexicana —todavía se puede esperar más de él, creo. En boga. Tryno Maldonado y sus compadres coetáneos están en boga. No cabe la menor duda. Hay que leerlos.

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