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Por
Fabián Quezada León
Una
magnolia embriagada de amor, cae en el fondo del pozo… en el que habrá sangre.
Reynolds
Woodcock, (Day-Lewis) es un excéntrico y afamado diseñador en el Londres de los
50’s, la última década donde el lujo y el estilo eran una regla social en el mundo.
Reynolds es un hombre de hábitos estrictos; no tolera los ruidos en el desayuno
y cambia de mujeres como de colecciones. Su imperio de alta costura llena todo
su ambiente. Reynolds se ha colocado en el gusto de las más exquisitas socialites y la realeza, poseer uno de
sus diseños es casi una bendición del dios del estilo.
El
imperio y la vida de Reynolds son escrupulosamente vigilados por su hermana Cyril
(Manville) y por el omnipresente fantasma de la madre de ambos.
Esta era su
vida, hasta un día en el que Reynolds, durante una viaje de evasión amorosa a
la campiña, descubre a Alma (Krieps) quien va a bordar de forma muy diferente y
absoluta la vida de Reynolds.
Paul Thomas
Anderson quien nos ha dado: Boogie Nights (1997),
Magnolia (1999), Embriagado
de amor (2002) y Petróleo
sangriento (2007) nos entrega
otro relato de personajes que viven intensos conflictos internos, con secretos
que no simplemente se esconden en los pliegues de las creaciones de alta
costura, sino en los rincones de sus almas.
Anderson es tal vez el único que puede mezclar
tantas texturas y líneas en una historia conjuntando el romance, el thriller,
la alta costura, las fijaciones más oscuras y un estilo tan refinado como
evocador, mientras los personajes
desfilan en ambientes tan fríos como glamorosos y esto se condensa en un
intoxicante aire que sin pudor transporta a un sitio tan exquisito como letal.
La
cinta ha recibido entre otras 96 nominaciones, seis nominaciones a los premios
Oscar incluida mejor Película, mejor Director (Anderson), Mejor actor
(Day-Lewis) mejor actriz de reparto (Manville) mejor vestuario y mejor música
Reynolds
Woodcock es la quitaescencia de la excentricidad creativa en el mundo de las
grandes firmas de alta costura: es un artista, seductor, temperamental,
caprichoso, casi insoportable y con singulares adicciones, entre las que
destaca su peculiar manía de esconder mensajes secretos en las entretelas de
sus cotizadas creaciones, mensajes ocultos en un monólogo solamente conocido
por él, una firma secreta e indeleble que le da un alma particular a cada
creación.
Su otra
peculiaridad; es un Edipo de ojos brillantes, y secretamente es capaz de lo que
sea, absolutamente de lo que sea, por satisfacer el impostergable capricho de
no verse abandonado.
Day-Lewis
y Thomas Anderson vuelven a hacer pareja creativa tras de PetróleoSangriento y lo materializan en
una historia que va confabulándose y teniendo delirios; como si se hubiera
contraído una extraña fiebre, como si se rozara la pasión, la locura y la
gloria al mismo tiempo.
El hilo
fantasma al que se refiere el título no es simplemente una hebra invisible, es mucho
más, es una hambrienta búsqueda por la satisfacción que al mismo tiempo, severa
y represiva, antepone la insatisfacción y las buenas y diplomáticas maneras a
la inglesa ante cualquier circunstancia.
El amor
o lo que sea, (sin importar su urgencia de ser satisfecho) queda ahogado bajo
el peso de la contención y los espejos distorsionantes de las apariencias, de
manera que se convierte sutilmente en una obra maestra del crimen.
Lo
mejor (y deliciosamente enfermo de todo) es que existen las más oscuras razones
para justificar cada uno de los pasos.
Para
completar la colección de personajes tan complejos como multidimensionales que
buscan amor o lo que esté cercano a eso, Anderson devela la tendencia de su reciente
temporada: amores confeccionados para ser portados en la pasarela de la vida
por genios con fijaciones edípicas, incapaces de asentarse ni de comprometerse,
que desechan a cada temporada (como cambiar el fondo de armario) a lo que les
rodea, hasta que acaban atónitos enfrentándose a una tenacidad y vulgaridad
propia del ready to wear que inunda y
se fija en toda superficie y se impone como moda, incluida la del clausurado y
recóndito concepto de amor que Reynolds posee como una obsesiva marca
registrada.
Pero en
esa pasarela emerge ruborizada y exótica una enigmática y cero sofisticada Alma
(Krieps); tan ajena y singular como “la única mesera extranjera en un apartado
hotel de un pueblo inglés hasta las cachas”.
Qué
podría ser más exclusivo y casi extravagante?
Una cosa conduce a la otra y esa fascinante atracción va a irse
desbocando desde una incipiente, discreta y contenida lucha bajo la superficie, hasta
vuelos que llegan donde solo quienes saben de esos hilos invisibles, conocen.
Alma
llega a trastocar el perfecto y gélido ambiente en el reino de Woodcock; sin
tener un terreno para sí misma, solo habiendo logrado un lacónico visto–bueno,
sumergiéndose en medio de la opresiva relación de los hermanos y flirteando con
las posibilidades.
Alma va
contundentemente, en medio de su absoluta y frontal franqueza y aparente
inocencia, ganando terreno, poseyendo el derecho propio a convertirse en una
presencia real, con un sitio propio, por medio de la cual Reynolds pueda tal
vez exorcizar sus demonios o vender su alma al diablo.
Esta mujer es
el espíritu que posee a Pigmalión; intercambiando fantasmas, dejándose subyugar
por las formas entregándose toda y por completo a las demandas y palpando el
placer de la sensualidad de las telas que se ciñen al cuerpo, (aunque estén
unidas por alfileres) dentro de la casa Woodcock la dictadura del capricho, la
dominación y los fantasmas que no pierden detalle conjuntan una forma de
sumisión que forma un translúcido velo bordado con sadomasoquismo.
El hilo
invisible que hilvana la historia es el sofocante y enfermo misterio que se va
uniendo, que va provocando la urgencia de descubrirlo aún sabiendo que al dar
la vuelta a la trama puede esperar una enorme sorpresa, pero no podemos parar, caemos
en la impecable presencia de Day-Lewis que nunca deja de sorprender:
quirúrgicamente perfecto, hecho a la medida, cortando un patrón desde la
comedia a la tragedia, de la compulsión a la pasión y de esta a la obsesión
letal, con accesorios de comedia o tragedia o una subversiva combinación de
ambas; digno de una colección de esas que jamás dejarán de ser un referente.
El hilo
fantasma que une al amor es un material tan sutil y dúctil que se transforma y
adapta al cuerpo, a la obsesión y a la concepción de quien lo porta.
Puede ser
glorioso o puede envenenar, puede elevar y someter. Puede correr al mismo
tiempo por la senda de la pasión y de la obsesión. Puede ser gloria o derrota…
conquista o sumisión; Pero siempre sin duda será la única fuerza invisible
capaz de unir el cielo y el infierno de ese instante en el que se entregan
quienes se aman.
Director /escritor Paul Thomas Anderson
Reparto: Vicky Krieps, Daniel Day-Lewis, Lesley
Manville, Sue Clark, Joan Brown
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