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Por: Fabián Quezada León
David Kim (Cho) es el
devoto padre de Margot (La) que tiene 16 años. La madre, Pamela (Sohn)ha muerto
por Linfoma. Pero padre e hija llevan una muy buena relación. Parecen, pese a todas las vicisitudes, la
familia perfecta. Hasta que un día, sin explicación, Margot desaparece.
David comienza un arduo y
desconocido camino de angustia mientras
espera la acción de la policía y de la detective Rosemary Vick
(Messing)“asignada”
al caso. En su urgencia por descubrir el paradero de su hija penetra a “ese
mundo secreto” que significan las cuentas personales y las redes de Margot indagando
que dentro de una computadora existen laberintos de información que solo el
usuario de cada cuenta conoce y en ese camino David va descubriendo atónito que
su hija y él resultan ser unos perfectos desconocidos.
Mientras los días pasan, el
intrincado mundo de redes sociales y todo lo que puede pasar cuando se revisa
el disco de la computadora explotan ante los ojos de David, y los nuestros.
Cuando tendemos a pensar
que la narrativa contemporánea y el lenguaje del cine ya han alcanzado un tope,
Aneesh Chaganty nos presenta la idea de salirnos de la caja y adoptar nuevos
puntos de vista. Chaganty maneja toda la cinta directamente sobre la
pantalla de la computadora y las múltiples aplicaciones tecnológicas se
transforman en elementos vitales dentro de la narrativa tanto visual como
dramática.
Cada una, va
adquiriendo carácter e importancia y haciendo que la experiencia se transforme
en algo tremendamente personal, dado que hoy por hoy todos tenemos nexos con
esas aplicaciones, forman parte de nuestra vida diaria y eso nos compromete con
la trama de una manera completamente nueva, no importa lo intrincado que los
escenarios, el clima de thriller va in crescendo con efectividad gracias a la
edición de Will Merrick, y Nick Johnson
El
entorno enmarcado de la pantalla de computadora en el que transcurre toda la película
(menos una brevísima toma) y en el que confluyen todas las aplicaciones como en
un circo de mil pistas, pareciera que hacen difícil la lectura.
Pero lo increíble
es que podemos constatar que para la mayoría de nosotros es un hecho rutinario
tener varias “ventanas abiertas” simultáneamente y eso obliga a que la
gramática de la imagen sea completamente única si se le compara con una cinta que
ocupe la pantalla en un formato más tradicional.
Y no es porque sea la primera,
ni la única, pero sí que marca un punto definitivo y por ello va a resultar un “must” en el discurso visual cinematográfico contemporáneo. Sobre todo cuando, mientras transcurren los
primeros minutos de la película, vamos viendo en una secuencia cómo, en una
década y fracción aproximadamente, la vorágine de tecnología ha ido implantándose en nuestro
día a día, hasta hacerse indispensable.
La
pantalla de la computadora o del celular ya no es simplemente un álbum de
fotos, es nuestros recuerdos, nuestras relaciones, nuestra agenda, nuestros
juegos, nuestra enciclopedia, nuestra diversión, nuestras emociones que se han
hecho emojis, nuestra red social,
nuestra comunicación, nuestro informante, nuestra plataforma para opinar en el
mundo, nuestro confesor y nuestro divulgador.
La concepción de la vida (real o
no) de la humanidad se desarrolla hoy por hoy dentro de la tecnología. Pero, qué tan cierta es? La respuesta a
ello es el por qué este thriller nos mantiene pegados al asiento.
La
razón es aparentemente sencilla pero es tan compleja como la persona; en el
mundo pre cibernético los “pecados” las “relaciones” y hasta los secretos eran
guardados dentro del cerebro; hoy día todo eso deja un rastro detectable en un
servidor y la revalorización de la identidad y de la privacidad toman un cariz
relevante al darse la mano con la sinceridad y la transparencia y en la
actualidad…
Quién está libre de pecado? Quién no ha retocado sus fotos, quién
no ha modificado y mejorado su perfil, quién no ha espiado los perfiles de
otros, quién jamás ha hablado/jugado/contactado con alguien que realmente “ni
idea” de quién sea realmente…?
Pero
Chaganty y su co guionista Sev Ohanian una vez que
comienzan siguen abriendo su trama como si de una invasión de “pop ups” se
tratara; ya no es simplemente un padre indagando en los archivos privados de su hija; la
trama se espesa con la intervención de a dónde se va lo que sucede en la
omnipresente pantalla de computadora; no solo lo que la cámara del aparato ve,
sino todo lo que a ella ingresa vía la red: noticieros, podcast personales de
los “amigos” de Margot, trend topics, páginas de Youtube con videos , “foros” y
más y más aplicaciones.
Es un magnífico escenario para "el gran hermano" dotado con todas las perversiones del universo y elevado
a la “n” potencia, o por llamarlo de otra forma; nuestra realidad cotidiana.
Si bien conforme nos acercamos al final, Searching decae un poco
para conducirnos a un epílogo que viene a ser una especie de “retribución” a
las dosis de suspenso generadas
El verdadero hito de Chaganty es ir haciendo crecer nuestro
propio morbo e intriga paso a paso, sumergiéndonos en la cotidianeidad y
jalando los cables de nuestro asombro por lo absolutamente desnudos que podemos
quedar en un momento dado, no importa todo lo que hayamos hecho y olvidado… el
internet lo tiene y lo recordará por siempre; para que quién lo encuentre lo
pueda ver y re-mandar ad infinitum… y
tal vez alcanzar un trend topic y
proporcionar los cinco minutos de fama de los que hablaba Warhol… porque si no
está en la nube o en el más popular de los buscadores seguramente no ha existido jamás.
Director:
Aneesh Chaganty.
Reparto:
John Cho, Debra Messing, Joseph Lee, Michelle La, Sara Sohn.
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