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Por Daniel
González Fernández
Vuelve
el genio. El irlandés es la nueva película de Martin Scorsese, director que no
hace falta que se vaya para que le echemos de menos. A sus setenta y seis años
nos trae una película que viene de lejos. El proyecto, desde sus primeras
fases, lleva pululando desde hace más de diez años, desde que el actor Robert
De Niro, en 2004, leyese el libro I Heard You Paint Houses de Charles Brandt y
le contase su contenido al director italoamericano. La expectación es absoluta. El irlandés, producida por Netflix y tras una gestación tan extensa, por fin
está aquí. ¿Está a la altura de nuestros inmensos anhelos?
Robert
De Niro, Al Pacino y Joe Pesci protagonizan la película de Martin Scorsese, El
irlandés, una saga épica sobre el crimen organizado en Estados Unidos durante
la época de la post-guerra, vista a través de los ojos del veterano de la
Segunda Guerra Mundial, Frank Sheeran, un buscavidas y asesino a sueldo que
trabajó junto a algunas de las figuras más notables del siglo XX. A través de
varias décadas, la película relata uno de los grandes misterios sin resolver de
la historia americana, la desaparición del legendario líder del Sindicato,
Jimmy Hoffa, y ofrece un viaje a través de los entresijos del crimen
organizado: su funcionamiento interno, rivalidades y conexiones con las
principales corrientes políticas. (Netflix).
Pintar casas
La
furia de El irlandés baña toda porción de tiempo de la película. No hay ni un
solo minuto, sea cómico, dramático o casi pasivo que no tenga el atisbo de una
ira latente. Esta furia, sin duda, viene de una contundente lesión. Existen
lesiones que van más allá de un accidente, un golpe o una agresión. Hay
lesiones constantes, crónicas, de esas que jamás se van; estas a veces son por
amor, otras por envidia y a veces por un trauma irreparable al que la sociedad
o nuestro círculo nos han abocado. Este último no es el más doloroso de todos
—recordemos el del amor— pero sí es el que genera un sentimiento de injusticia
e impotencia más intenso.
Pese a
que no existe una sola palabra sobre ello, no es muy diferente a lo descrito en
el párrafo anterior: una furia desapasionada ocasionada por una lesión, la que
aqueja al personaje de Robert De Niro (Frank Sheeran) en El Irlandés.
Y es
desapasionada no por falta de intensidad por parte del actor o del personaje,
sino por una alexitimia, una falta de sentimientos —sin ser psicópata— que por
momentos nos transmite el protagonista. Un correveidile y asesino
fantásticamente interpretado por el ya clásico actor que no tiene muchos
momentos para estudiar por sí mismo los encargos terribles a los que está
sometido. Apelaríamos a Sísifo de no ser porque Frank Sheeran no sufre por ese
trabajo inacabable y terrible que realiza una y otra vez. Este carácter del
personaje es el trasunto de la personalidad de la película.
Trabajos de carpintería
No solo
encontramos la furia en el personaje protagonista, ésta impregna cada
fotograma. El primer minuto de El irlandés nos mueve por el pasillo de una
residencia de ancianos. Es un plano único, en movimiento, que va desde el
pasillo hasta el rostro deteriorado y envejecido de De Niro. Incluso este
plano, que debería ser sosegado, tiene ciertos movimientos insólitos, que
resultan extraños, como si el fluir de la steadicam hubiese fallado en un par
de instantes. Acaba de empezar, todavía no ha sucedido nada y Martin Scorsese,
deliberadamente, ya está marcando la constante de la película.
Si algo
destaca en El irlandés es la tensión. Una tensión que no se refiere al uso más
extendido del término en el lenguaje cinematográfico, sino a algo más más
cercano al ritmo, a ese ritmo imparable, secuestrador, que deja Scorsese en la
sangre de su cine. Los que ya hayan disfrutado de las películas Goodfellas
(1990) y Casino (1995), sabrán a qué atenerse en términos de estructura y
cadencia. Las dos películas mencionadas aparecerán siempre relacionadas con El
irlandés, por el uso de la voz en off, por un metraje muy extenso e incluso por
sus actores principales.
El
irlandés se atreve a dar un paso más, a establecer un fragmento diferenciador
en la fase final de la película. Posee un sentido del humor mucho más agudo y
una irreverencia cinematográfica muy avispada. Un ejemplo de ambas cosas
aunadas son esos divertidísimos y crueles textos en pantalla que nos cuentan
cuándo y cómo morirán muchos de los secundarios de la película. Se puede
comparar, por tanto, a El irlandés con sus películas hermanas, pero es
magnífica y única en sí misma. En ningún caso podemos hablar de estancamiento o
de que Scorsese nos esté vendiendo la misma mercancía otra vez.
En la quietud de la noche
Es
absolutamente magistral el modo en el que Scorsese mantiene el interés mediante
un fluidísimo juego de enganche entre escenas. Es una ópera sin intermedio y
sin oscuros para que los actores se preparen. Fluye, sucede y sucede y sucede. A veces el enganche es la música —canciones originales o el score de Seann Sara
Sella—, en otros momentos es un movimiento de cámara que conjuga perfectamente
con el baile fílmico de la escena posterior. Puede ser la voz en off que hila
conceptos, planos parecidos, diferentes…
Algunos
cineastas logran que la transición entre muchas de sus escenas sea
imperceptible, otros no saben utilizar este recurso que es, indudablemente, la
cura contra las miradas al reloj. Una escena lenta puede hacer que mires o no
la hora, una mala transición entre escenas te obligará a consultarla. Scorsese
no es uno de esos directores que logra conseguirlo en la mayoría de escenas con
maestría; él lo hace en todas y cada una de ellas en un trabajo descomunal.
Ultimátum (al tabaco)
Pese a
la tensión constante El irlandés apenas tiene escenas puramente de suspense.
Podremos perderemos en la maraña de nombres y pequeñas tramas en las que están
inmiscuidos los personajes, sin embargo jamás perderemos la conexión que se
genera entre Robert De Niro, Joe Pesci o Al Pacino y nosotros. Es en este
punto, esa falta de suspense sin perder interés, donde podemos estar hablando
ya de obra maestra, por lo menos en cuanto al equilibrio.
Martin
Scorsese reúne dos de las cualidades que algunos directores poseen por separado
o que no llegan a asimilar nunca: la de cineasta y la de narrador. La de
narrador por todo lo ya expresado sobre la tensión, la de cineasta por esos
movimientos de cámara tan agresivos que no nos sacan de la película, por esa
cualidad única que mezcla su cine entre lo más clásico y lo más vanguardista. El irlandés es una película de genio y lo demuestra por la compresión de tres
horas y media en lo que en apariencia son apenas tres minutos; podríamos hablar
de cómo la percepción del tiempo afecta a nuestro cerebro; sería redundar,
Scorsese lleva cuarenta años demostrando dominar la atención del espectador.
Una llamada
El
irlandés es ese drama de gánsteres, sí; pero también es una película
tremendamente divertida. Tanto por el trabajo de los actores como por el guion
de Steve Zaillian la facultad cómica predominará en situaciones y diálogos muy
ingeniosos o incluso deliberadamente absurdos. La película, no olvidemos, se
basa en el libro de Charles Brandt que cuenta una historia real y cruel llena
de violencia, muerte y asesinatos. Es sorprendente que con este material
Scorsese y su equipo consigan hacernos reír en una película mucho más divertida
en un sentido juguetón de lo que parecía a priori.
Si de
protagonistas trabajan Robert De Niro, Joe Pesci y Al Pacino, poco se puede
decir. Los tres están maravillosos. De Niro, con ese personaje ya analizado,
hace una interpretación contenida y con una vena cómica a la altura de los
intereses de la película; por lo general presenta a un personaje casi sumiso
que termina mostrando un abanico de emociones muy amplio. Joe Pesci hace un
papel diferente al que interpretaba en Casino o Goodfellas, sesudo, inteligente
e incluso entrañable en El irlandés se desmarca de su personaje más clásico,
ese tan violento e impulsivo.
Al
Pacino está maravilloso; divertidísimo, liberado de toda cadena, compone al
personaje más memorable de la película, muy imperfecto y desconocedor de sus
imperfecciones. Si estos son los protagonistas, los secundarios no se quedan
tan lejos. Vemos a Harvey Keitel, a Anna Paquin o a Jesse Plemons entre un
reparto amplísimo y muy variado.
Deliciosos helados
Es
inevitable, al hablar del reparto, comentar la técnica para rejuvenecer a los
actores utilizada especialmente para Robert de Niro y Joe Pesci. Funciona sin
fisuras. Apenas se nota un solo pixel digital o un desenfoque o zona borrosa de
la piel que desvele el truco. No es perfecto, claro. Pese a la finura en el
rejuvenecimiento de los rostros, los movimientos corporales de los actores, ya
con algún achaque, son más lentos o torpes de lo que deberían dada la juventud
que representan. Es un problema menor que resta algo de verosimilitud a ciertas
escenas muy concretas y localizadas.
El
irlandés es una película por encima de todo enérgica, intensa. La evidencia de
esto es la violencia del filme; está desprovista de todo encanto, es rápida,
furibunda y poco estilizada. Un tiroteo no dura más que los fogonazos
fulgurantes de las armas. Thelma Schoonmaker, la editora cinematográfica
habitual de Scorsese y una de las figuras más importantes del cine en general
en este campo, nos hace vivir la fuerza de la violencia y la rapidez de su
irremediable potencia con toda crueldad.
Conclusión de ‘El irlandés’
El
irlandés finalmente no ha sido consumida por las expectativas. El filme, que
finalmente es una película de Martin Scorsese (y no una película de Netflix) es
una maravilla narrativa, interpretativa y visual.
El vuelo crítico esta vez es
más alto, indaga en la mafia pero también en la historia y política de un país
no muy desapegado ni diferente a la estructura del crimen organizado. Y, sin
ofrecer un relato deslavazado, también es una historia íntima, de personaje,
que no es de redención ni de perdón. Sí de culpa, pero de una culpa
incomprensible y desabrida.
Es
pronto para decir si El irlandés es una obra maestra o solo se trata de una
gran película —como si fuese fácil—. Lo que sí se puede afirmar es que se trata
de la película de un genio del cine. Demuestra tanto su talento como esa labia
verbal y cinematográfica imparable que Scorsese todavía manifiesta en cada
entrevista y cada toma. Ciclópea, muy divertida y magistral. Tan apegada a los
recursos del pasado como lo está en el futuro de la técnica audiovisual. Una
soberbia muestra de personajes lesionados y heridos a una escala invisible. Un
misterio para la física por mostrar una porción de tiempo tan extensa en una
dilatada duración que se hace ínfima. Una porción de exquisito cine. Una obvia
recomendación.
Director:
Martin Scorsese
Reparto:
Robert
De Niro (Frank Sheeran)
Al
Pacino (Jimmy Hoffa)
Joe Pesci (Russell Bufalino)
Harvey Keitel (Angelo Bruno)
Bobby Cannavale (Felix ‘Skinny Razor’ DiTullio)
Anna Paquin (Peggy Sheeran)
Jack Huston (Robert F. Kennedy)
Ray Romano (Bill Bufalino)
Kathrine Narducci (Carrie Bufalino)
Jesse
Plemons (Chuckie O’Brien)
Año:
2019
País:
Estados Unidos
Género:
Thriller. Drama
Duración:
210 min.
Clasificación:
Mayores de 18
Guion:
Steven Zaillian (Libro: Charles Brandt)
Fotografía:
Rodrigo Prieto
Música:
Seann Sara Sella
Fecha
de estreno en México en circuito de salas cinematográficas seleccionadas 15 de
Noviembre 2019-11-19
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