sábado, 15 de octubre de 2016

LOS ÚLTIMOS DÍAS EN EL DESIERTO (LAST DAYS IN THE DESERT)




Por Fabián Quezada León
Tomando como punto de partida la estadía de Yeshua (Jesús) en el desierto antes de comenzar su predicación, Rodrigo García traza un sobrio relato lleno de profundas reflexiones, sobrias actuaciones y con magnífica visualización por el ojo de Lubezki.
Nos encontramos con Yeshua, (McGregor) como hombre, que ha pasado su cuarentena de meditación y oración en la soledad del desierto y que ha sido interpelado por su destino. En su camino de regreso a cumplir su misión se encuentra con el demonio (McGregor) que de una forma mucho más sutil y familiar que en los textos bíblicos, va a estar compartiendo y oponiéndose al camino de Yeshua.
También se encuentra con una familia: Un padre (Hinds), una madre gravemente enferma (Zurer) y un joven hijo (Sheridan) que tiene ante sí la más trascendental de las elecciones; seguir los mandatos de su padre o escapar hacia donde lo lleven sus sueños.
En medio de todo este escenario, Yeshua no simplemente desafiará la tentación, sino que atará muchos cabos y enfrentará su suerte como todos los hombres y mujeres del mundo lo hacen, día con día, ganando y perdiendo las pequeñas batallas que los trasladan de un día al otro.
Si algo se puede decir de Rodrigo García es que es uno de los directores que ha demostrado a lo largo de sus obras una exquisita sensibilidad, primero enfocándose en esa mirada absorta en el universo femenino desde sus primeros trabajos, acercándose con un cuidado reverencial a los sentimientos y a sus personajes, como si pisara tierra santa, descubriéndolos con cariño, casi con pudor, para entregarlos al espectador como un regalo.
Ahora García gira la atención hacia otro punto, no menos sensible y profundo, la mirada sobre padre e hijos Yeshua y Dios, reflejadas en el padre y el hijo que trashuman por el desierto. Al final el diálogo primordial es tan íntimo como  “carne de mi carne y sangre de mi sangre”, un diálogo que ha permanecido abierto y abriéndose a lo largo de la historia de la humanidad, un balancín entre lo que el Padre manda o espera y los deseos y opiniones sobre el propio futuro que el hijo formula.
De esta manera, entretejiendo las historias de Yeshua con la de la familia se comienza no solamente la historia patente, sino un diálogo del creador/escritor/director con el recipiente/espectador, en el que se hablan tantas cosas juntas que es necesario ampliar la percepción a los metalenguajes que el texto y la imagen expresan en mil formas a cada momento de la película.
El escenario no puede ser más ideal: el desierto tremendamente callado, tremendamente solitario y silencioso, el lugar donde desde siempre, en soledad y silencio se retiran los eremitas y los grandes maestros a profundizar en su mismidad  y a abrir el diálogo con su ser superior.
Al mismo tiempo, la existencia misma de la aridez, del despoblado, de las carencias, se yergue como una absoluta presencia; poderosa, omnipresente. Aparentemente desnuda, pero infinitamente revestida de posibilidades, aún en la contundente ausencia de recursos es ese ambiente donde se abren las perspectivas y donde el enemigo no es un monstruo de siete cabezas sino uno mismo, McGregor juega a esta dualidad perfectamente.
Qué tentación puede ser más profunda que la que surge de las entrañas mismas?, quién puede ser más peligroso que uno mismo, que conoce a fondo las debilidades y fortalezas propias? La tentación recubierta de mismidad, surgida del fondo del corazón, es la más fuerte.
Sin embargo, al mismo tiempo es unívocamente honesta, juega con las mismas reglas que la virtud interna que es igualmente poderosa, porque la conoce desde el fondo y lejos está de verse en desventaja. Es sin duda un enfrentamiento de iguales, donde el único que puede empujar la balanza hacia alguno de los lados es la propia voluntad del hombre y la capacidad de elección por una u otra posibilidad. Esa decisión, tan aparentemente fácil, es la que diferencia al género humano. Es la mano que mece la cuna donde el hibris duerme.
Así García nos presenta a un Yeshua que se enfrenta con la situación conociéndola desde la raíz, habiendo pasado por un periodo de cuarentena, en la espera de encontrar una gran revelación impresionante, tremenda, portentosa de los designios de Dios; como muchos humanos han esperado por todas sus vidas, deseando una figura teológica de rayos y truenos y grandes efectos especiales dejando de prestar atención a la contundencia de las pequeñas cosas o del silencio donde subyace también una respuesta.
A la pregunta de “Dónde estás, Padre?” Dios contesta, pero no siempre de la forma en la que se espera y por eso se pierden a veces los mensajes.
La familia que vive en el desierto presenta en medio de la aparente sobriedad/desolación de sus existencias todo un mar de diálogos, de intenciones y de encuentros. Y de improviso, al llegar Yeshua a sus vidas y pasar un tiempo con ellos es simplemente un hombre más.  Aunque el demonio circunda por ahí y desafía a Yeshua a resolver el dilema familiar de una manera tan quirúrgica que los tres miembros de la familia queden conformes.
Conforme pasan los acontecimientos y nos adentramos en la realidad de esa familia, la manzana de la tentación es que de improviso se transforma; la expectativa de resolución ya no viene por parte del demonio, sino por parte de quien contempla la acción, se esperan respuestas portentosas de parte de Yeshua y él solo actúa como un hombre, con todas las limitaciones físicas de un ser humano normal.
Al compartir esos “Últimos días en el desierto” con esa familia, Yeshua se encuentra de tú a tú con la representación de la humanidad misma, el trabajo, la enfermedad, la pobreza, la miseria, los sueños… todo gira en torno, Yeshua se empapa de ellos con una comprensión de piel a piel, escucha sus problemas, ve sus enfermedades y medita sobre sus deseos del futuro, pero lo hace desde la misma altura, es un compañero, un hermano, más que un maestro.
En esto McGregor lleva a cabo un trabajo brillante, pasando de ser demonio a ser Yeshua, sin nada más que una mirada o el tono de su voz. Enunciando dudas primordiales, clavándolas en la conciencia de Yeshua: “Cómo sabes que eres hijo único?, Tal vez hay otros” “Conozco a tu Padre y sé cómo actúa es distante y egoísta”. “Soy mentiroso, esa es una gran verdad” “Sé en qué va a acabar esta historia”
El padre de familia ha construido sus propias expectativas sobre el futuro del hijo, el padre circunscribe su destino a permanecer por siempre junto a su esposa e hijo por las causas que se puedan venir a la cabeza, válidas o no, pero eso no significa que el hijo esté de acuerdo con ello y el desafío de la libertad puede marcar rutas, a veces buenas, pero a veces malas. A raíz de una decisión hay un destino, hay un futuro, como el demonio mismo le predice a Yeshua, lo interesante es ese segundo en el que una decisión altera el rumbo de los acontecimientos.
El guión es una obra de una sobriedad impresionante, limpio, directo, sin excesos de diálogo, enmarcado extraordinariamente por la mirada del Chivo Lubezki que se nutre de los impresionantes paisajes del desierto para relatar simultáneamente su propia versión de la historia, entretejiéndola con la de los protagonistas con toda la magnificencia y sobriedad de la vida en el terreno agreste, empapando sus imágenes formadas con luz natural, de una paz y misterio que se abren a la interpretación personal.  
La propuesta de García como guionista y director enriquece la perspectiva del acercamiento a la figura histórica de Jesús al crear un escenario alterno al pasaje bíblico; García lo hace de una forma concisa pero enriquecedora, brindando oportunidades de interacción con el relato, adentrándonos silenciosamente en  la situación de nómadas y creando incontables paralelos entre las circunstancias de vida de los personajes y de quien sea que se enfrente a la película.
La vida es un proceso que en su diversidad puede contener de la misma forma muchos reflejos similares, sin importar que hayan pasado más de 2000 años entre un recuento de hechos y el hoy. Lo impactante de la cinta es que se conserva con un balance tal que su diálogo se abre por igual, a quién sea un creyente o a quien no lo sea, no hace propaganda de una fe. Se centra en mostrarnos a un hombre, no a un Dios, que eligió un destino.
El don de García está en quitar los “efectos especiales”, la propaganda religiosa, la controversia teológica y todo lo que podría haber colocado la cinta en un terreno escarpado enfrentando concepciones y posturas, es en cambio una propuesta tan clara como íntima, envolvente, sin exageraciones, propia a la reflexión personal aislada, serena y trascendente; porque al final el diálogo interior, la pregunta de “Padre dónde estás?”, la libertad de elección y las posibilidades, siempre estarán ahí, hasta el último día de nuestra vida.
Dirección y guión: Rodrigo Garcia.
Reparto: Ewan McGregor, Ciaran Hinds, Ayelet Zurer, Tye Sheridan, Susan Gray.
País: Estados Unidos
Año: 2015
Género: Drama
Duración: 98 minutos
Clasificación: Mayores de 13
Fecha de estreno en México: 14 de Octubre

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