Dirigida por Justin Kurzel (Snowtown 2011, The turning; segmento Boner McPharlin's Moll, 2013), es la historia de un guerrero abatido por la ambición y el deseo.
Macbeth (Fassbender), general de Duncan (Thewlis), rey de Escocia, vuelve de una victoriosa campaña contra los rebeldes y se encuentra con tres brujas, que profetizan que se convertirá en Rey. Con esa idea en la cabeza, obsesionado y consumido por la ambición y las órdenes de su esposa Lady Macbeth (Cotillard), Macbeth asesina a Duncan para ser rey.
Desde
ese momento, su existencia se transforma. Macbeth cae en lo más bajo,
hasta rozar el centro del infierno.
Está
seguro de que nada podrá derrotarlo hasta que el mismo bosque de Birnman avance
contra él, dado que ningún hombre nacido de mujer podrá darle muerte, pero el
destino le tiene una última carta reservada.
Adaptar
un clásico siempre es un reto; mucho más de un escritor tan popular como
Shakespeare. Sin embargo aunque es una obra conocida, Macbeth se ha llevado
muchas menos veces a la pantalla que otras de las historias del mismo genio de
la brillante era isabelina.
Kurtzel
y su equipo de escritores Todd Louiso, Michael Lesslie y Jacob Koskoff, toman
el reto y sin perder la esencia de esta tragedia Shakespereana en ninguno de
los aspectos, realizan una adaptación poderosamente sobria que maneja el texto,
de por si brillante, como algo limpiamente atemporal, desnudándolo por completo
en los elementos básicos, centrados en la poderosa fuerza de la corrupción, el
crimen y la debilidad humana que jamás deja de sorprenderse a ella misma.
Siendo
una obra en cinco actos y presentando la sordidez humana, la violencia y la
ambición por el poder de una manera brutal, enmarcada en los nublados parajes
escoceses en una época oscura, parecería obvio haberla llevado al cine de una
manera más frecuente. Y después del
trabajo de Kurtzel y su equipo y la intensa interpretación de Fassbender y
Cotillard, la barra quedó demasiado alta.
Al
abordar a un clásico la amplitud de visión es fundamental, las restricciones
salen sobrando y si se debe llegar a extremos que rayen en lo que se podría
etiquetar de salvaje se llega. Acercarse a Macbeth es contemplar en toda su
enorme complejidad, no simplemente su situación política o social, sino
adentrarse en su cabeza llena de codicia, tiranía y falta de límites, pero al
mismo tiempo, en todas esas inseguridades y miedos que lo fueron empujando a su
propio fin.
Por
eso el adentramiento que lleva a cabo Fassbender lo transforma en un personaje
de tantas dimensiones, que lo hacen corpóreo en el aquí y el ahora, se yergue
con la orgullosa y salvaje presencia de un guerrero, que en el fondo posee una
inocencia e inseguridad que lo hacen víctima de la manipulación, es un soberano
que sirve a los deseos de su ama, quien lo tiene absolutamente subyugado… la
inmisericorde y ambiciosa Lady Macbeth.
Más
allá de los crímenes abominables, la propia tragedia de Macbeth es que siendo
el líder, el guerrero, el rey, no puede descifrar qué tanto de sus actos fue su
propia decisión y qué tanto obró como un títere manejado por su mujer.
Al
final como dicen por ahí, mientras más cambian las situaciones, más permanecen
siendo en el fondo, las mismas y si había quienes, en la era isabelina y antes,
mataban por el poder, hoy por hoy y a diario vemos multiplicados sus seguidores
tal parece que la especie humana no ha aprendido nada desde el comienzo de los
tiempos.
Después
de introducirnos a la tragedia de Macbeth en el lúgubre entierro de un niño,
somos sombríos testigos de cómo la estirpe de Macbeth se extingue, y tenemos
alguna luz sobre el por qué las fuerzas del lado oscuro corrompen su alma.
Tras
de eso, el mismo Macbeth se yergue en el campo de batalla como una especie de
guerrero fantasmal, arrasando con su sed de sangre al ejército de Macdonwald en
una secuencia que paso a paso, acompañada de un score que estruja, nos llena de
sangre derramada estérilmente y nos confía una profecía del boca de las brujas.
Este
ahogarse en lagos hemáticos se une al hechizo que formula Lady Macbeth para sí
misma, donde pide que corran hacia ella los espíritus que impulsan los
pensamientos asesinos para desbordar crueldad y que la noche oculte el puñal de
la herida que va a abrir.
La
cinematografía de Arkapaw se hunde en el barro mojado por la lluvia y la sangre,
deambula por los rostros preparados para la batalla y por los de los cortesanos
vitoreando a su nuevo rey, se filtra en la habitación de Macbeth y se empapa en
la sangre de Duncan, se desvanece en la bruma con las brujas y sus profecías y
ayuda en la huída a quien sucederá el trono y al mismo tiempo, va congelando el
espíritu, como si el espectador se hubiera transformado en una especie de
demonio cómplice y estuviera al lado de la helada Lady Macbeth mientras envenena
el oído y guía la mano de su marido para cometer crímenes abominables.
Y
aquí merece destacarse la magnífica encarnación que realiza Cotillard de este
rol que es solamente para actrices consagradas, al mismo tiempo es prácticamente
un demonio y una mujer cuya vida se desbarató cuando perdió la oportunidad de conservar
una familia y se dejó arrastrar por la codicia.
Es
maligna, es repulsiva y al mismo tiempo es un ser aniquilado que suplica
compasión sin decir palabra en una iglesia vacía.
En lo que respecta al diseño de producción, ambientación, vestuario y
dirección de arte, solo se puede decir que son magníficos y que ensamblan
perfectamente en la sobriedad y fuerza dramática de la obra, dando un trabajo
que deberá ser un referente para las próximas cintas inspiradas por obras shakespereanas.
Director: Justin Kurzel
Reparto: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Paddy
Considine, Sean Harris, Jack Reynor, Elizabeth Debicki, David Thewlis, David
Hayman, Lochlann Harris, Maurice Roeves, Ross Anderson, Barrie Martin, Hilton
McRae, Seylan Baxter, Lynn Kennedy.
País:
Reino Unido, Francia , Estados Unidos
Año:
2015
Género:
Drama
Duración:
113 min
Clasificación:
Mayores de 13; Temática, violencia
Fecha
de estreno en México: 27 de Noviembre
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