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Les
Ballets Trockadero de Monte Carlo es una compañía de Nueva York que parodia varias
piezas de ballet clásico desde 1974 pero con un giro: todos sus miembros son
hombres e intercalan tanto los papeles masculinos como femeninos, como se hacía
en en teatro Isabelino en épocas de Shakespeare. La agrupación se presentó este
fin de semana en el Teatro de la Ciudad: Esperanza Iris, en la Ciudad de
México.
La
función del sábado (mismo día que se celebró la marcha número 40 de la
diversidad sexual en la capital mexicana) llenó casi la totalidad de las
localidades y obtuvo una excelente respuesta por parte del público y la prensa.
El
show se divide en 3 actos, cada uno de diferentes características. El primer
acto parece salido de una película de Mel Brooks: bastante comedia física y
ensambles musicales con muchos de los bailarines interpretando al mismo tiempo.
El
segundo tiene mucho más ritmo y fuerza, lo cual provoca que se pase muy rápido
para el espectador; es el acto más entretenido e intenso de los tres, la
complejidad de sus secuencias recuerdan a las películas de Chaplin.
El
último es pura técnica; las puntadas cómicas casi desaparecen y en su lugar el
escenario se llena con complejas y serias secuencias de baile que dejan en
claro la trayectoria y preparación de la compañía.
Desde
el inicio de la función una voz anunció al público que habría una sorpresa al
final: cuando parecía que todo llegaba a su fin, los bailarines ejecutaron una mezcla de
ballet con bailables regionales mexicanos, incluso con vestuarios
confeccionados especialmente para la ocasión; un remix de canciones folclóricas
que de inmediato encendieron las palmas y emoción de los presentes.
Y
con toda razón: de ver un espectáculo ambientado en la cultura rusa
interpretando por americanos, a de pronto ver reflejada nuestra festividad sin
previo aviso fue un excelente as bajo la manga por parte de los Trockadero: la
gente se entregó a ellos sin remedio y la ovación fue obligatoria y genuina.
Es
interesante este ejercicio que hacen los bailarines: poco a poco uno deja de ver
hombres disfrazados de mujeres y se convence de que ve figuras femeninas en
puntas. Crean un nuevo ser en el escenario que integra la fuerza del hombre con
la gracia de la mujer, resultando en figuras altamente expresivas y poderosas
que raptan la atención de espectador desde que se abre por primera vez el telón
hasta que cae al final.
Un
espectáculo altamente recomendable, sobre todo por ser una experiencia nueva en
su forma y clásica en su esencia.
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