“Tres para el almuerzo” escrita y dirigida por Gabriela Ochoa, tiene temporada en Casa de la Paz, recinto cultural de la UAM. Esta obra fue finalista del Premio de Joven Dramaturgia Gerardo Mancebo del Castillo 2010. Su premisa aunque no es del todo original, inquieta, un ama de casa, agobiada por sus fantasmas y demonios interiores, al sentirse apresada en una rutina de la que no puede escapar.
La cocina, donde ella pasa la mayor parte del tiempo se convierte en una especie de prisión, y llega el día en que la mujer explota como si fuera una olla express a punto de desbordarse.
La obra gravita entre el absurdo, la farsa, la tragicomedia y en momentos cae en el melodrama. El problema es que la anécdota se agota en los 40 minutos de un montaje que dura poco más de una hora.
La obra gravita entre el absurdo, la farsa, la tragicomedia y en momentos cae en el melodrama. El problema es que la anécdota se agota en los 40 minutos de un montaje que dura poco más de una hora.
Los personajes aparecen y desaparecen, el marido a quien sólo le importa ser atendido por su mujer, apenas entrecruzan palabras entre ellos; la madre castradora que sale del refrigerador, y un oasis de luz, cada vez que surge el amante, la mujer siente una energía especial que la invita a seguir adelante.
El espectador nunca sabrá a ciencia cierta, si todas esas presencias son reales, o tan sólo transcurren en la mente de la protagonista, una mujer que se encuentra en esa frágil frontera que divide la lucidez de la locura. “Tres para el almuerzo” muestra las dimensiones del vacío existencial, ese ir por la vida sin encontrar asidero alguno, ese enajenarse en deseos que no hallarán derrotero alguno.
Si bien el equipo de actores conformado por Jacqueline Serafín, Romina Coccio, Juan Carlos Medellín y Jorge Núñez se entregan a su trabajo actoral, ninguno logra emprender altos vuelos. Tan sólo cumplen.
El texto se torna un tanto reiterativo y en momentos es estridente. A la dramaturga le faltó crear más metáforas en torno al tedio existencial, y vaya que las hay. Pero hay que considerar que Gabriela Ochoa tiene sensibilidad y talento, y que seguramente se ha de desarrollar más en futuros trabajos.
El espacio escenográfico de pocos elementos, diseñado por Felipe Lozano S. y Hugo Pérez es funcional, lo mismo que la música original y diseño sonoro de Genaro Ochoa, la dirección de la dramaturga es convincente. En suma, “Tres para el almuerzo” es una obra que le apuesta al minimalismo y que se puede ver en Teatro Casa de la Paz, los jueves y viernes a las 20 horas y los sábados y los domingos a las 18 horas
El espectador nunca sabrá a ciencia cierta, si todas esas presencias son reales, o tan sólo transcurren en la mente de la protagonista, una mujer que se encuentra en esa frágil frontera que divide la lucidez de la locura. “Tres para el almuerzo” muestra las dimensiones del vacío existencial, ese ir por la vida sin encontrar asidero alguno, ese enajenarse en deseos que no hallarán derrotero alguno.
Si bien el equipo de actores conformado por Jacqueline Serafín, Romina Coccio, Juan Carlos Medellín y Jorge Núñez se entregan a su trabajo actoral, ninguno logra emprender altos vuelos. Tan sólo cumplen.
El texto se torna un tanto reiterativo y en momentos es estridente. A la dramaturga le faltó crear más metáforas en torno al tedio existencial, y vaya que las hay. Pero hay que considerar que Gabriela Ochoa tiene sensibilidad y talento, y que seguramente se ha de desarrollar más en futuros trabajos.
El espacio escenográfico de pocos elementos, diseñado por Felipe Lozano S. y Hugo Pérez es funcional, lo mismo que la música original y diseño sonoro de Genaro Ochoa, la dirección de la dramaturga es convincente. En suma, “Tres para el almuerzo” es una obra que le apuesta al minimalismo y que se puede ver en Teatro Casa de la Paz, los jueves y viernes a las 20 horas y los sábados y los domingos a las 18 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario