Por Perla Schwartz.
Hay pasados que fueron sumamente dolorosos, pasados que dejan cicatrices profundas, incurables, pasados que fueron auténticos infiernos para quien los vivió. Por ello se opta por no hablar de ellos, sólo salen a la luz, a partir de la muerte de alguien. Esta es una de las premisas centrales de a obra Incendios del talentoso dramaturgo canadiense de origen libanés Wajdi Moauwad (que cuenta con una buena traducción de Humberto Pérez Mortera).
Incendios es la segunda parte de la tetralogía teatral, a la que también pertenecen Litoral (la cual ya tuvo temporada en México), Bosques que también la compañía Tapioca Inn tiene proyectado escenificar el año entrante y Cielos.
Hugo Arrevillaga es el sensible director de Incendios, logrando una escenificación redonda, al tiempo que sumamente estremecedora, en un montaje sobrio, donde el peso de la interpretación actoral es el eje fundamental.
La escenografía diseñada por Auda Caraza y Atenea Chávez está reducida a una larga mesa ensamblable de diferentes maneras; así como una iluminación que va matizando las acciones y discursos de los intérpretes donde destacan: una excepcional Karina Gidi, lo mismo que Pedro Mira, sin demeritar el trabajo profesional del resto del elenco, conformado por: Alejandra Chacón, Rebeca Trejo, Concepción Márquez, Jorge León, Mauricio Carmona y Guillermo Villgas.
La obra de Mouawad es una lectura incisiva de los horrores de la guerra y del via crucis vivido por una mujer, que quiso ser diferente a sus antecesoras. La lectura de su testamento, a cargo de un abogado amigo, les permitirá a sus gemelos Julia y Simón develar el misterio de sus propios orígenes, así como comprender el porque su madre (Karina Gidi) optó por resguardarse en el silencio, los últimos cinco años de su vida.
En Incendios se escuchará a lo largo de su desarrollo, una frase emblemática: “La infancia es un cuchillo clavado en la garganta, que no se saca tan fácilmente.” Palabras que encierran un dolor inconmensurable.
Obra construida a base de fragmentos, donde las vivencias y los recuerdos son materia esencial. Las atrocidades ocasionadas por la guerra son abordadas con suma crudeza, así como la impotencia humana en tiempos de crisis.
Otra de sus vertientes es manifestar como una mujer alentada por su abuela, se decide aprender a escribir, para tener el medio para decirse a ella misma y a los otros.
Arrevillaga propone un teatro de cámara estilizado, marco ideal para un texto que es poético, un texto que toma los vuelos de una tragedia contemporánea, donde el dolor es un bisturí incisivo en las emociones que puede llegar a experimentar el espectador.
El director reafirma su talento como director escénico, él trabaja con mínimos recursos, pero consolida grandes montajes como éste de Incendios.
En el programa de mano viene una reflexión entre torno a la creación artística del dramaturgo, entre otros conceptos él afirma: “Somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada.”
Precisamente, Incendios es la mejor opción para comprender el porqué de este certero pensamiento.
Incendios tendrá temporada del 6 al 28 de febrero y del 5 al 21 de marzo en el Teatro Benito Juárez del Sistema de Teatros de la Secretaría de Cultura de Distrito Federal.
Incendios es la segunda parte de la tetralogía teatral, a la que también pertenecen Litoral (la cual ya tuvo temporada en México), Bosques que también la compañía Tapioca Inn tiene proyectado escenificar el año entrante y Cielos.
Hugo Arrevillaga es el sensible director de Incendios, logrando una escenificación redonda, al tiempo que sumamente estremecedora, en un montaje sobrio, donde el peso de la interpretación actoral es el eje fundamental.
La escenografía diseñada por Auda Caraza y Atenea Chávez está reducida a una larga mesa ensamblable de diferentes maneras; así como una iluminación que va matizando las acciones y discursos de los intérpretes donde destacan: una excepcional Karina Gidi, lo mismo que Pedro Mira, sin demeritar el trabajo profesional del resto del elenco, conformado por: Alejandra Chacón, Rebeca Trejo, Concepción Márquez, Jorge León, Mauricio Carmona y Guillermo Villgas.
La obra de Mouawad es una lectura incisiva de los horrores de la guerra y del via crucis vivido por una mujer, que quiso ser diferente a sus antecesoras. La lectura de su testamento, a cargo de un abogado amigo, les permitirá a sus gemelos Julia y Simón develar el misterio de sus propios orígenes, así como comprender el porque su madre (Karina Gidi) optó por resguardarse en el silencio, los últimos cinco años de su vida.
En Incendios se escuchará a lo largo de su desarrollo, una frase emblemática: “La infancia es un cuchillo clavado en la garganta, que no se saca tan fácilmente.” Palabras que encierran un dolor inconmensurable.
Obra construida a base de fragmentos, donde las vivencias y los recuerdos son materia esencial. Las atrocidades ocasionadas por la guerra son abordadas con suma crudeza, así como la impotencia humana en tiempos de crisis.
Otra de sus vertientes es manifestar como una mujer alentada por su abuela, se decide aprender a escribir, para tener el medio para decirse a ella misma y a los otros.
Arrevillaga propone un teatro de cámara estilizado, marco ideal para un texto que es poético, un texto que toma los vuelos de una tragedia contemporánea, donde el dolor es un bisturí incisivo en las emociones que puede llegar a experimentar el espectador.
El director reafirma su talento como director escénico, él trabaja con mínimos recursos, pero consolida grandes montajes como éste de Incendios.
En el programa de mano viene una reflexión entre torno a la creación artística del dramaturgo, entre otros conceptos él afirma: “Somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada.”
Precisamente, Incendios es la mejor opción para comprender el porqué de este certero pensamiento.
Incendios tendrá temporada del 6 al 28 de febrero y del 5 al 21 de marzo en el Teatro Benito Juárez del Sistema de Teatros de la Secretaría de Cultura de Distrito Federal.
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