Por Perla Schwartz.
Dolor, desesperación, desolación, depresión son sentimientos que se conjugan de modo irreversible, cuando se muere el ser amado. Y esto es lo que experimenta el personaje de Escandinavia, un espectáculo unipersonal escrito por el argentino Lautaro Vilo, y que es interpretado de manera espléndida por Rubén Szuchamcher, montaje que participó en la 6ª Muestra de Artes Escénicas del año pasado, y que dará una función más el próximo miércoles 15 de febrero en el Teatro La Capilla.
Un escenario vacío, y el actor en un continuo vaivén de emociones, la contradicción y el desconcierto de perder lo que más se ama y al mismo tiempo, la imperiosa necesidad de poder proseguir adelante. La acción inicia, cuando el atribulado hombre se encuentra en el velorio, recibiendo los pésames y mentalmente piensa como resolver una serie de pendientes.
Una suave ironía recorre este texto que nos remite a la inevitable fugacidad de la vida terrena, y al mismo tiempo de la necesidad de gozar el fluir del presente, antes de que sea demasiado tarde.
Un deseo imperioso de conjurar la tristeza a partir de la reconstrucción de los retazos de recuerdos, a modo de antídoto para continuar existiendo.
50 minutos bastan para que Escandinavia le mueva al espectador las fibras más íntimas, todos y todas hemos vivido la muerte intempestiva de alguien que amamos, y es uno de los instantes más difíciles de la existencia y no siempre se tiene el suficiente estoicismo. Szumacher sin mayores grandilocuencias, esto y más lo comunica con su actuación, donde gestualidad, lenguaje corporal y la fuerza de la dramaturgia de Vilo, se combinan de modo contundente.
Escandinavia es una obra muy recomendable.
Un escenario vacío, y el actor en un continuo vaivén de emociones, la contradicción y el desconcierto de perder lo que más se ama y al mismo tiempo, la imperiosa necesidad de poder proseguir adelante. La acción inicia, cuando el atribulado hombre se encuentra en el velorio, recibiendo los pésames y mentalmente piensa como resolver una serie de pendientes.
Una suave ironía recorre este texto que nos remite a la inevitable fugacidad de la vida terrena, y al mismo tiempo de la necesidad de gozar el fluir del presente, antes de que sea demasiado tarde.
Un deseo imperioso de conjurar la tristeza a partir de la reconstrucción de los retazos de recuerdos, a modo de antídoto para continuar existiendo.
50 minutos bastan para que Escandinavia le mueva al espectador las fibras más íntimas, todos y todas hemos vivido la muerte intempestiva de alguien que amamos, y es uno de los instantes más difíciles de la existencia y no siempre se tiene el suficiente estoicismo. Szumacher sin mayores grandilocuencias, esto y más lo comunica con su actuación, donde gestualidad, lenguaje corporal y la fuerza de la dramaturgia de Vilo, se combinan de modo contundente.
Escandinavia es una obra muy recomendable.
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