Por Julia Elena Melche.
“Cuando vi por primera vez la obra Incendios, tuve la misma impresión que cuando vi por primera vez Apocalipsis Ahora de Francis Ford Coppola; me quedé sin aliento. En ese momento supe de inmediato que iba a hacer una película de la misma”, comenta el canadiense Denis Villeneuve, considerado uno de los cineastas y escritores más talentosos de su generación, por su estilo visual único y su particular enfoque narrativo. Su reciente trabajo es un deslumbrante despliegue audiovisual, con una sobria narrativa que encierra un realismo crudo y perturbador.
La cinta está basada en la pieza teatral de Wajdi Mouawad, director de teatro libanés, quien se vio obligado a abandonar su país desde niño debido a la guerra civil. La trama transcurre en un país árabe impreciso durante los sesentas y setentas, cuando las divisiones religiosas y nacionalistas han devastado y convulsionado al Medio Oriente con guerras y masacres. Nawal Marwan ha muerto y sus hijos gemelos Simon y Jeanne acuden al notario en su natal Canadá para la lectura del testamento de su madre. Ahí se enteran que su padre vive y que tienen un hermano, cuya existencia ignoraban. La última voluntad de la mujer es que los busquen y les entreguen una carta a cada uno. Para cumplir su misión, los hermanos viajarán al Medio Oriente y descubrirán el terrible pasado de su madre, marcado por los horrores de las guerras, el dolor, el odio y la violencia.
Estructurado en capítulos, el filme se va narrando en un ir y venir en el tiempo, entre presente y pasado mediante flashbacks, para retroceder más de treinta años en un pueblo donde la joven Nawal vivía con su madre. Así comprenderán las razones de su carácter, silencioso, distante y reservado, del poco afecto que les brindó y de su decisión de volverse una guerrillera para cumplir una venganza personal. La búsqueda del padre y hermano, se convertirá en realidad en un encuentro con sus orígenes y con fantasmas dolorosos que fueron desmembrados y aniquilados por las sangrientas disputas entre cristianos y musulmanes. En este sentido, el drama de Nawal simboliza la historia de un país sumido en guerras entre hermanos, odios y caos, cual eterno “campo de minas” en explosiones constantes, de ahí el título original del filme, Incendios, un fuego que causa estragos como el poder destructivo de las guerras.”El territorio de Incendios es un campo de minas históricas”, afirma el realizador. Pero también son los incendios interiores de los protagonistas, esas hogueras que dejan desgracias y ruinas morales. Jeanne y Simon representan los ancestrales odios heredados.
Poderosa en su narración como en su factura. Incendios o La mujer que cantaba, fluye con un ritmo pausado, sin prisas, como escudriñando en los fondos históricos y en los recovecos personales de los personajes. Esquiva los terrenos del melodrama pero golpea con una enorme fuerza que conmueve y estruja. El director conjunta un excelente trabajo en la fotografía, edición y música para concebir una reflexión lírica del trasfondo violento de las guerras. A esto, hay que agregar las inmejorables interpretaciones del reparto. Una contenida Lubna Azabal en el rol de Nawal, actriz de origen marroquí que trabajó en el áspero drama sobre el terrorismo suicida, Paraíso ahora y en Exilio, road movie sobre la búsqueda de sus raíces de dos hijos de exiliados, entre otras. Por su parte, Mélissa Désormeaux, actriz canadiense de series televisivas, en su papel de Jeanne, la hija, significa todo un hallazgo cinematográfico.
La cinta estuvo nominada al Oscar en la pasada entrega como Mejor Película Extranjera. Se trata sin duda, de una amarga tragedia, no obstante, con luces reconciliatorias y bálsamos purificadores. De lo mejor en cartelera.
Dirección: Denis Villeneuve.
Reparto: Lubna Azabal, Mélissa Désormeaux, Maxim Gaudette y Rémy Girard.
País: Canadá, Francia.
Año: 2010.
Género: Drama.
Duración: 130 minutos.
Clasificación: Adolescentes y adultos.
Fecha de estreno en México: 29 de julio de 2011.
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