Por
Fabián Quezada León
Adrián
Doria (Casas) es un exitoso emprendedor que ha sido recientemente reconocido
como “El hombre del año”, se ve envuelto en un tremendo lío cuando es acusado
del asesinato de Laura (Lennie) su amante. Desesperado por comprobar su
inocencia, y a recomendación de Félix Leiva (Orella) su abogado, contrata a Virginia Goodman (Wagener) la
mejor preparadora de testigos del país quien está a punto de jubilarse; por lo
que él será su último caso.
Cuando
él la recibe en su departamento para hacer la preparación de su defensa, y
tiene que contarle detalles del caso en que está acusado, Adrián está muy lejos
de imaginar las consecuencias que esa sesión, (que será una especie de
peligrosa preparación/interrogatorio,
cuyo tiempo transcurre a contrarreloj) va a traer a su vida.
Oriol
Paulo nos entrega una obra que plasma fielmente su intrincado discurso como
guionista y director, produciendo un thriller cuyas resonancias se llegan a
hacer tan voluptuosas que, en medio de entramados cada vez más elaborados y
complicados, comienza a parecer que la historia, (paso a paso y sin contratiempo), fragua un destino
insalvable para el protagonista.
Si su
comienzo es lo suficientemente intrigante como para empezar a tender líneas de
resolución al problema planteado, conforme se avanza las florituras y recuentos
de la historia colocan demasiado peso en la balanza y le restan veracidad.
Vamos a
ver; tratar de “resolver el misterio” es una posición normal para cualquiera
que haya visto alguna película de thriller en su vida. En Contratiempo, el espectador comienza
caminar con cierto éxito al tratar de deshilvanar al trama, pero la mano de
Paulo de improviso cambia el juego, cambia el punto de vista e introduce líneas
de sub tramas. Por ello, como espectador se ve forzado a recomenzar, a seguir un
nuevo camino, esta operación de nuevo parece que se va realizando exitosamente,
solo para encontrarse minutos después con que la trama de la historia se vuelve
a complicar y jala hacia otro lado.
Para lograr
esto, Paulo lo hace a través de los diversos puntos de vista de los personajes
y el hilo de la historia que abre sus subtramas; una y otra vez, especulando
sobre la asertividad de los planteamientos
del espectador en un esquema que se repite, de tal suerte que su complicación
se hace densa y solo actúa “espesando” la trama mucho más a cada paso, llegando
a un punto en que el sentimiento de “avance textual” es muy parecido al de
colocar materialmente un acelerador de
“solidificación” a la historia y
entonces el movimiento del relato se “gela”, deja de ser fluido y solo puede
salvarse introduciendo varios elementos que directamente atentan contra una
frase que se repite una y otra vez en los diálogos de la cinta: “Verosimilitud”
En este
punto, haciendo gala de “licencias literarias”, se inyectan elementos que
provocan la resolución del conflicto, como si se tratara materialmente de una
inyección de oxitocina, para “parir” el desenlace lo cual se llega a sentir
como un “irremediable paso en falso”
El peso
más fuerte de la historia reside en el personaje de Mario Casas, a quien se
impone por querer hacerlo actuar, pero francamente no da el ancho. Sin embargo,
está cobijado por todo el elenco que lo rodea que son grandes figuras y el
subplot de Coronado y Wagener, al final de cuentas es lo suficientemente fuerte
como para olvidarse del protagonista y seguir su subtrama, que a la postre resulta
vital para entender el rompecabezas que plantea el guión, y que Paulo lleva a
término, aunque sea por medio de giros extremos introducidos por necesidad más
que por convicción.
Paulo
se complace (y echa mano con gusto) en tratar la historia desde diferentes
perspectivas, algunas de las cuales se ven venir desde lejos y otras que saltan
sin que se les espere. Es cierto que eso le sirve para enriquecer la trama y es
válido en el discurso de un guión que habla de “ver diferentes perspectivas”.
Por
esa visión se ve obligado a moverse al rededor de las situaciones, lo cual es un ejercicio interesante desde el
punto de vista del espectador. Así, cuando la historia se recuenta a sí misma,
se pueden proponer soluciones alternas que no se habían visto anteriormente y
que van a ayudar a resolver el misterio, que es motor principal mismo del
thriller.
Sin
embargo, la excitación por proponer escenarios a la historia, al exacerbarse,
puede resultar contraproducente y
desinfla el hallazgo final porque es artificioso. Encontrar la punta del hilo deja de ser
interesante cuando quien busca se percata de que es una punta caprichosa,
puesta al servicio de únicamente resolver el relato a toda costa, sin valorar cuán
veraz sea.
Evidentemente
Paulo tiene mucho oficio y su propuesta para plantear una trama, donde el poder
y el delito van de la mano, es probada. Realiza un inicio impecable, gira la
manija del misterio convenientemente, regresa y repite la situación abriendo
otras visiones. Pero también, al mismo tiempo,
da la impresión de que en un punto, caminando sobre el hilo del suspenso,
se engolosinó y se propuso aumentar la dosis de suspenso sin ver al final como
escapar de su propio discurso.
Hacer
que el espectador participe haciendo sus propias conclusiones es un elemento
seductor sin duda y un imprescindible del género de suspenso, pero lo que no se
debe hacer es jugar con las soluciones,
introduciendo líneas que dan la apariencia de que se les insertó en la
historia como un tipo de respuesta fácil a preguntas difíciles.
Dirección:
Oriol Paulo
Reparto:
Mario Casas, Bárbara Lennie, José Coronado, Ana Wagener, Francesc Orella, Paco
Tous.
País:
España
Año:
2016
Género:
'Thriller'
Duración:
104 minutos
Clasificación:
Mayores de 13 Violencia, temática
Estreno
en México: 24 de Marzo 2017
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