viernes, 8 de septiembre de 2017

EL SEDUCTOR (THE BEGUILED)



Por Fabián Quezada León



En medio del siempre brumoso ambiente del bayou sureño que todo lo sofoca, Coppola desarrolla su sexto film que se basa en la historia escrita por Thomas P. Cullinan: “A Painted Devil” (1966) que a su vez ya había sido llevada a la pantalla por Don Siegel con Clint Eastwood en 1971.




La acción transcurre durante la guerra civil Norteamericana (1861-1865) cuando en los nebulosos territorios sureños, en los terrenos de una “Escuela para señoritas” Amy (Laurence) una de las alumnas, haciendo un recorrido en el bosque para recolectar setas, encuentra a un soldado yanqui herido; el cabo John Mc Burney(Farrell). Asustada, pero deseosa de ayudarlo, se las ingenia para llevarlo hasta la escuela donde la estricta matrona Miss Martha Farnsworth (Kidman) no puede más que darle asilo “solamente hasta que se recupere”.


Sin embargo, al paso de los días el hombre ha logrado encantar desde la propia Miss Martha, la dulce maestra Edwina (Dunst) hasta a las jóvenes pupilas, entre ellas a la endiabladamente seductora Alicia (Fanning). Poco a poco la reclusión, los horrores de la guerra y las luchas de poder entre las mujeres se van a presentar como una cascada que todo lo arrasa y donde el seductor pasa a ser una presa mortalmente codiciada.


Sofia Coppola llega y da una declaración gráfica sutil pero al mismo tiempo poderosa, hasta brutal; de lo que su sello característico es: hay preciosismo en el detalle, largos tramos de contemplación, una profunda exploración de sus personajes y un espiral dramático que va in crescendo, tragándose todo… hay fragilidad y salvajismo, cubriéndolo todo con la niebla vaporosa que emana de los parajes sureños.


La humedad que se filtra perpetuamente hasta lo más hondo sin freno. Y la quintaescencia de lo que define a los géneros. Mujeres… hombres seducción, moralidad, poder, una lucha continua que no obstante que los 1800 hayan pasado hace mucho y que las cosas hayan avanzado… hay gestos, improntas, que yacen en el ADN humano: seductores, seducidos, vencedores y vencidos. La conquista del sexo opuesto siempre va  a acompañarnos y también sus consecuencias.


En esta seducción hay la delicada e inmisericorde fragancia de un perfume dulce y almizclado… pero letal, penetrante, húmedo, pero a la vez sediento; de venganza, de hombre y de celos. Hay sedas y gasas, perlas y estrictas maneras de urbanidad sureña que se ciñen y aprietan como corsé… hay luchas femeninas tan sutiles como una telaraña, pero tan fuertes que terminan atrapando a sus presas sin remedio.


Y la mano de Coppola detrás intuyendo  con virtuosismo ese universo femenino interrumpido por un hombre, un hombre además seductor, peligroso y definitivamente antagónico. No solo pone en riesgo la integridad del sentimiento de fidelidad confederada, sino que hace erupcionar la sexualidad dormida, no importa si es la que está despertando en Alicia; fogosa e irrefrenable o la casi olvidada en medio de sueños de libertad de Edwina, o la que se pensó  extinta y dominada en Miss Martha.


Un hombre penetra en el santuario de estas mujeres, y su sola presencia les arrebata la virginidad, la paz y la conciencia y la vida así sufrirá una disrupción fundamental.




Coppola maneja una tensión perenne pero en murmullo sutil  que se escabulle en medio de los bosques y los rincones de la casa, el cuarto de música o el jardín… mientras las mujeres rodean a su inesperado visitante dejándose seducir por su presencia y más aún buscando ese juego, sabiéndolo o no, pero deseando febrilmente no pasar desapercibidas despeñando la idea primigenia de que era un enemigo yanqui.



En ese transcurrir nos filtramos a un detallado marco donde la reprimida vida sureña y el desempeño de roles el germen de las diferencias de género se disectan. Y qué mejor mano que la de una mujer para hacerlo.



Coppola adapta la trama existente y de da un giro de 180° sin perder en absoluto el carácter de la obra; Sí, hay un grupo de mujeres solas en medio de una guerra sufriendo todos los colaterales de la situación y la contundente irrupción de un soldado yanqui que ni siquiera es un soldado de academia, un profesional, (No hay West Point) sino un mercenario irlandés prácticamente desposeído que además exuda masculinidad. Qué podría ser mas disímbolo en ese claustro de la virtud sureña? Y aún, en medio de todo eso, la cosmogonía y la gramática femenina prevalecen y dan todo un universo en su propio estilo a la trama.


Con estupor descubrimos que las chicas sureñas no solo eran débiles florecillas que se desmayaban para obtener el apoyo masculino, sino que podían  como la  niebla del bayou, rodearlo todo y adueñarse de ello, para darle vida o para asfixiarlo… mientras en el cielo se reflejaban los relámpagos de la batalla y entre murmullos en francés se bordaba con puntadas finas, reteniendo a la fuerza el recuerdo de un modus vivendi que se había escapado detrás del último esclavo.
Cada una de las protagonistas tiene tras de sí un arsenal de características, de motivaciones y de deseos. Cada mujer vibra con su propio poderío y cuando ve sus deseos siendo vistos por otra, imperiosamente revira y ataca sutil y artera con diálogos cargados de urbanidad y frívola educación.
Mientras que John, un extraño llegado no solo de otro ejército sino más aún de otro continente, se ve convertido en el único espécimen masculino a la mano, absolutamente  incompetente para manejar los vestigios de un mundo que se había diseñado para el dominio del hombre blanco, donde orgullosos caballeros sureños luchaban a duelo por las veleidades del honor, el amor y el poder.


John simplemente es la cara contraria, carece de honor, (es un partisano) no tiene amor y mucho menos riqueza. Directamente es un hombre capaz de hacer lo que sea si eso va a beneficiarlo. No usa su masculinidad como un predador o un paladín de las buenas costumbres, sino como un seductor profesional. No tiene empacho en ser un mercenario/oportunista, no tiene fortuna, no tiene nada… y utiliza su seducción sin restricción con Miss Martha, Edwina y Alicia, pensando en que si la guerra se pierde por los yanquis, podría quedarse a pasarla bien en una buena plantación sureña.


La humedad permea el ambiente, las almas y los cuerpos de estas mujeres y se transforma en una líquida seducción chorreando desde una esponja sobre el cuerpo de Farrell mientras la mano de Miss Martha lo recorre cuando está inconsciente.
El espíritu de Coppola se filtra por la lente de la cinematografía de  Philippe Le Sourd, el diseño de producción de Anne Ross y la dirección de arte de Jennifer Dehghan que ahondan en el clima sureño, en el bosque pantanoso y en las estilizadas formas de un sistema social que agonizaba, todo dado con trazos tan firmemente finos y minimalistas que son imperceptibles. Se deslizan elegantes siguiendo un candelabro que sube por las escaleras, en un collar y unos botones que saltan cuando los desabrocha la pasión o en una cena donde el sigiloso veneno de la lengua viperina deleita y ofende al mismo tiempo.
Coppola arrebata y seduce, toca lo terrible y lo sublime y lo hace sin perder ni en un segundo la mirada aguda, la sonrisa ruborosa, y la postura de emperatriz que poseía toda dama sureña; aunque contemplara desde el porche como la guerra pasaba ante sus ojos y los muertos yacían a sus pies.



Director: Sofia Coppola

Reparto: Colin Farrell, Nicole Kidman, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Oona Laurence

País: Estados Unidos

Año: 2017

Género: Suspenso/Thriller

Duración: 1 hr 33 min

Clasificación : Adultos

Fecha de estreno en México: 08 Septiembre 2017.

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