Martes 28
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Apocalipsis:
La gran guerra a las 9 pm
Los soldados han llegado a un punto de
quiebre. Quieren que se termine. Quieren irse a casa. En el frente civil,
detrás de las líneas, hierve el descontento en una población que pasa hambre.
La miseria de la guerra ha penetrado todos los hogares, afectando todos los
aspectos de la vida diaria. Urge encontrar una manera de terminar la guerra.
Comienzan las sublevaciones: en Alemania, los disturbios sociales hacen parecer
que el Reich podría caer. El imperio austro-húngaro vacila; Franz Joseph ha
muerto y su joven sucesor, Karl, comienza a tomar pasos tentativos hacia la
paz. En el frente, la segunda batalla del Aisne conduce al motín de las tropas
francesas. Los soldados rusos, agotados por el hambre y el miedo, se unen a la
revolución. El zar abdica y se prepara para una vida en el exilio. En este
momento, el alto comando alemán comete un error estratégico que cambia el curso
del conflicto: decide enviar a sus submarinos contra todos los navíos
extranjeros en el Atlántico, incluyendo los barcos comerciales estadounidenses.
Estados Unidos entra en la guerra uniéndose a los Aliados y, en junio de 1917,
el general Pershing desembarca en Francia con las primeras tropas
estadounidenses. Un mes más tarde, mientras los refuerzos estadounidenses
todavía están entrenando, comienza en Bélgica la batalla de Passchendaele. Bajo
una lluvia torrencial, miles de soldados de las fuerzas del imperio británico
son derrotados en un mar de lodo. Otro fracaso, otra hecatombe sin sentido.
¿Cómo se puede explicar esta obstinación de los líderes europeos? ¿Acaso no
desean ardientemente la liberación?
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