Por Fabián Quezada León
Absolutamente aprisionadora, sofocante, delirantemente claustrofóbica /cruel, la obra de Cortés es una construcción sólidamente minimalista que explota los miedos más primigenios, la sofocación, la pérdida de la movilidad, de la esperanza y de la paciencia.
Toda la cinta transcurre dentro de un cajón de madera, que de por si es difícil de imaginar, pero en la hora cuarenta minutos que dura la trama ni un solo minuto se pierde la tensión y la atención; Cortés saca de Reynolds lo que tal vez sea la mejor actuación en lo que va de su carrera y que definitivamente lo coloca más allá de actor de comedias románticas.
La historia es aparentemente escueta, Paul Conroy (Reynolds) despierta encerrado en un cajón, sepultado en el desierto, solo tiene un celular con mala recepción, media batería y un encendedor para poderse salir de ahí… y conforme vamos avanzando en la trama nos enteramos que es un chofer norteamericano que sin deberla ni temerla fue capturado por guerrilleros Iraquís y que cuenta con pocos minutos para salvar su vida, negociar con los secuestradores, convencer al gobierno estadounidense de que lo ayude y tratar de contactar a su familia, todo mientras materialmente el aire se le acaba.
Lo más absolutamente desesperante es que el sistema de comunicaciones hoy por hoy ya no es entre personas, sino de una persona con máquinas. Usamos las máquinas para resolver llamadas y el personal que está al final de innumerables filtros tal vez sea mucho más robótico que la propia maquina contestadora. Paul debe sortear los innombrables filtros que todos debemos soportar cuando tratamos de comunicarnos a una compañía: infinitos “Seleccione la opción deseada… si x entonces y” que hacen bullir la sangre a cualquiera en la vida diaria… no digamos a alguien que está en la situación de Paul.
Para que luego, al finalmente toparse con un ser humano este esté mucho más interesado en guardar el status quo y en defender al sistema que en la apremiante necesidad humana que espera la más ínfima ayuda del otro lado de la línea.
Pero además de eso, con la cercana lejanía que le da a la experiencia española en la guerra de medio oriente, Cortés hace incisiones muy profundas en el status quo de la integridad corporativa norteamericana, es una ácida crítica al sistema de gobierno y a las situaciones laborales, sin olvidar el afán de perpetuar la ocupación estadounidense en Irak. Todo usando la potente arma de la imaginación de la audiencia en un escenario aprisionante.
Los captores de Paul lo llaman y (de una manera muy enferma) tienen una interacción mucho más personalizada con él que los elitistas ejecutivos que lo atienden en Chicago y demás ciudades norteamericanas.
Los secuestradores exigen, apalean verbalmente se gozan en la perversión y en lo retorcido de su odio que no tiene en Paul un objeto; sino una cara. La del invasor.
Y al fin de cuentas están dirigiéndose a él como persona, como sujeto , y eso es lo suficientemente enfermo como para además de sentir la asfixia del cajón palpar la descarnada inhumanidad a la que las sociedades han llegado.
Reynolds suda, sangra, se asfixia, en un espacio reducido. Se juega con la oscuridad, con el terror de una forma tortuosa. Cortés materialmente exprime cada recurso que pueda tener jugando con los encuadres, con la cámara, y con el hábil montaje de una orfebrería del terror y la inadvertida ayuda de cada espectador para reconstruir en su cabeza la historia y a los personajes ausentes que solo escuchamos. Todo esto además funciona con minimalismo exacerbado y en lo aparentemente simple y desnudo de sus recursos, la brutalidad del fondo y la angustia se explotan de una forma que quita materialmente el aliento.
La producción española demuestra, una vez más, que la vena de hacer sufrir sin anestesia es algo que se trae en la sangre, en la madre patria. Y que tratándose de inventiva y ahorro de presupuesto… ¡Hollywood quedó tan atrás!. La cinta es efectiva y arriesgada, inaugura una nueva manera de hacer las cosas, de relatar historias y de valorar el concepto de “One man Show” .
Para Cortés es sin duda una oportunidad de colocarse en los mercados internacionales en base a “la cara conocida” de su actor y para Reynolds es un excelente escaparate para demostrar que puede dar mucho más en pantalla. Para el público, el tremendo desafío de imaginar y compartir el cajón y el encierro.
La película hace gala como decíamos de su minimalismo y sin embargo es una declaración concreta de llevar todos los elementos de un género (el de suspenso) a los límites más sofocantes y de sacarles una ganancia absoluta. Y aunque existe una clara referencia al clásico de la fuga de una cárcel en un ataúd ya declarada por Hitchcock, el desafío fue superado en base a estructurar la historia desde dentro (en el sentido más literal y aterrador) de la historia, en una soledad solo respondida por la señal de un aparato que se extingue, la cerrazón de todas las puertas de escape o esperanza, la incomprensión y la frialdad del interlocutor y un aire que desaparece materialmente tragado por la tierra.
DIRECCION Rodrigo Cortés
REPARTO: Ryan Reynolds voces de: Robert Paterson, Stephen Tobolowsky, Samantha Mathis, y Erik Palladino
PAÍS: ESPAÑA
AÑO 2010
GÉNERO: Drama suspenso, thriller
DURACIÓN: 1 hr. 40 min.
CLASIFICACIÓN: Mayores de 13
FECHA DE ESTRENO EN MÉXICO: 12 de Noviembre
Absolutamente aprisionadora, sofocante, delirantemente claustrofóbica /cruel, la obra de Cortés es una construcción sólidamente minimalista que explota los miedos más primigenios, la sofocación, la pérdida de la movilidad, de la esperanza y de la paciencia.
Toda la cinta transcurre dentro de un cajón de madera, que de por si es difícil de imaginar, pero en la hora cuarenta minutos que dura la trama ni un solo minuto se pierde la tensión y la atención; Cortés saca de Reynolds lo que tal vez sea la mejor actuación en lo que va de su carrera y que definitivamente lo coloca más allá de actor de comedias románticas.
La historia es aparentemente escueta, Paul Conroy (Reynolds) despierta encerrado en un cajón, sepultado en el desierto, solo tiene un celular con mala recepción, media batería y un encendedor para poderse salir de ahí… y conforme vamos avanzando en la trama nos enteramos que es un chofer norteamericano que sin deberla ni temerla fue capturado por guerrilleros Iraquís y que cuenta con pocos minutos para salvar su vida, negociar con los secuestradores, convencer al gobierno estadounidense de que lo ayude y tratar de contactar a su familia, todo mientras materialmente el aire se le acaba.
Lo más absolutamente desesperante es que el sistema de comunicaciones hoy por hoy ya no es entre personas, sino de una persona con máquinas. Usamos las máquinas para resolver llamadas y el personal que está al final de innumerables filtros tal vez sea mucho más robótico que la propia maquina contestadora. Paul debe sortear los innombrables filtros que todos debemos soportar cuando tratamos de comunicarnos a una compañía: infinitos “Seleccione la opción deseada… si x entonces y” que hacen bullir la sangre a cualquiera en la vida diaria… no digamos a alguien que está en la situación de Paul.
Para que luego, al finalmente toparse con un ser humano este esté mucho más interesado en guardar el status quo y en defender al sistema que en la apremiante necesidad humana que espera la más ínfima ayuda del otro lado de la línea.
Pero además de eso, con la cercana lejanía que le da a la experiencia española en la guerra de medio oriente, Cortés hace incisiones muy profundas en el status quo de la integridad corporativa norteamericana, es una ácida crítica al sistema de gobierno y a las situaciones laborales, sin olvidar el afán de perpetuar la ocupación estadounidense en Irak. Todo usando la potente arma de la imaginación de la audiencia en un escenario aprisionante.
Los captores de Paul lo llaman y (de una manera muy enferma) tienen una interacción mucho más personalizada con él que los elitistas ejecutivos que lo atienden en Chicago y demás ciudades norteamericanas.
Los secuestradores exigen, apalean verbalmente se gozan en la perversión y en lo retorcido de su odio que no tiene en Paul un objeto; sino una cara. La del invasor.
Y al fin de cuentas están dirigiéndose a él como persona, como sujeto , y eso es lo suficientemente enfermo como para además de sentir la asfixia del cajón palpar la descarnada inhumanidad a la que las sociedades han llegado.
Reynolds suda, sangra, se asfixia, en un espacio reducido. Se juega con la oscuridad, con el terror de una forma tortuosa. Cortés materialmente exprime cada recurso que pueda tener jugando con los encuadres, con la cámara, y con el hábil montaje de una orfebrería del terror y la inadvertida ayuda de cada espectador para reconstruir en su cabeza la historia y a los personajes ausentes que solo escuchamos. Todo esto además funciona con minimalismo exacerbado y en lo aparentemente simple y desnudo de sus recursos, la brutalidad del fondo y la angustia se explotan de una forma que quita materialmente el aliento.
La producción española demuestra, una vez más, que la vena de hacer sufrir sin anestesia es algo que se trae en la sangre, en la madre patria. Y que tratándose de inventiva y ahorro de presupuesto… ¡Hollywood quedó tan atrás!. La cinta es efectiva y arriesgada, inaugura una nueva manera de hacer las cosas, de relatar historias y de valorar el concepto de “One man Show” .
Para Cortés es sin duda una oportunidad de colocarse en los mercados internacionales en base a “la cara conocida” de su actor y para Reynolds es un excelente escaparate para demostrar que puede dar mucho más en pantalla. Para el público, el tremendo desafío de imaginar y compartir el cajón y el encierro.
La película hace gala como decíamos de su minimalismo y sin embargo es una declaración concreta de llevar todos los elementos de un género (el de suspenso) a los límites más sofocantes y de sacarles una ganancia absoluta. Y aunque existe una clara referencia al clásico de la fuga de una cárcel en un ataúd ya declarada por Hitchcock, el desafío fue superado en base a estructurar la historia desde dentro (en el sentido más literal y aterrador) de la historia, en una soledad solo respondida por la señal de un aparato que se extingue, la cerrazón de todas las puertas de escape o esperanza, la incomprensión y la frialdad del interlocutor y un aire que desaparece materialmente tragado por la tierra.
DIRECCION Rodrigo Cortés
REPARTO: Ryan Reynolds voces de: Robert Paterson, Stephen Tobolowsky, Samantha Mathis, y Erik Palladino
PAÍS: ESPAÑA
AÑO 2010
GÉNERO: Drama suspenso, thriller
DURACIÓN: 1 hr. 40 min.
CLASIFICACIÓN: Mayores de 13
FECHA DE ESTRENO EN MÉXICO: 12 de Noviembre
No hay comentarios:
Publicar un comentario