viernes, 16 de febrero de 2018

LADY BIRD (LADY BIRD)

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Por Fabián Quezada León

Christine "Lady Bird" McPherson (Saoirse Ronan) está en su último año de bachillerato en un colegio católico de Sacramento California. 

Es hija de una familia de clase media baja y vive con sus padres: Marion Mc Pherson (Laurie Metcalf) y Larry Mc Pherson (Tracy Letts), su hermano adoptivo Miguel (Jordan Rodrigues) y la novia de su hermano: Shelly Yuhan (Marielle Scott) en una casa pasando las orillas de la ciudad (en la parte equivocada de las vías del tren).


Pero Christine no es una chica común y corriente; es apasionada, rebelde y ávida de comerse el mundo y Sacramento le ha empezado a quedar chico. No le ofrece ni remotamente lo que ella anhela. 

A lo largo de la trama vamos a acompañar a Lady Bird en sus momentos más intensos: en su salón de clases, en su primera cita romántica, en las charlas con su mejor amiga: Julie Steffans (Beanie Feldstein) y en las infinitas discusiones con su madre… para sentirnos literalmente parte de su familia y testigos de su despedida de la adolescencia para llegar a ser la mujer que sueña ser... Greta Gerwig escribe y dirige esta fascinante historia de ese trance en la vida que todos odian pasar pero que luego se recuerda con infinita ternura el resto de la existencia: dejar la adolescencia y convertirse en joven independiente es mucho más que un trance bochornoso lleno de espinillas, desordenes hormonales y profundas emociones románticas es el tiempo en el que los sueños se forman, se tocan y se paladean con todos los exóticos sabores de la esperanza y el futuro como si fueran un gigantesco cono de helado.
 

Lady Bird colecciona preciosos momentos sin hacerlos “instagram” afortunadamente está situada cronológicamente lejos de esto, en tal vez los últimos años en los que para tener un recuerdo no era menester sacar una foto, sino usar la memoria.
 

Construida en torno al personaje de Christine “Lady Bird”, Gerwig provee con abundancia este universo de clase media con múltiples carencias económicas, de matices de realidad triste y cotidiana sin ser una tragedia,  donde tirarse a leer una revista es cosa de ricos y pensar en el pago de una universidad foránea es un lujo impensable, donde las compras de “lujos” se hacen en tiendas de segunda mano y el dinero del mes se tiene que ajustar hasta exprimir el último centavo.  Y todo lo relata sin exagerar, sin sacar los violines ni tirarse al piso; es simplemente la vida.
 

Hay una infinita ternura en la manera en la que Gerwig nos muestra la relación de Lady Bird con sus padres en especial con su madre, Marion (Metcalf),  dudosamente habrá una mujer con quien se tengan tantas discusiones y reencuentros que con la figura materna y más aún en la etapa adolescente. 

Metcalf se impregna de la quintaescencia de la maternidad sin que se sienta una pose ni una caricatura; es una madre, con sus propios temas a resolver y una férrea resolución por “educar” a su hija en los estándares tradicionales, cuidadosa hasta el extremo de las normas del “porque soy tu madre”, incapaz de dejar ver a Christine lo que hay  detrás de su infaltable aparente desaprobación.
 

El padre se convierte entonces en la figura suave y comunicativa  de la relación familiar, tratando de conectar el mundo de Lady Bird con el de Marion, una tarea titánica.
Es obvio que no es la primera vez que el tema de la despedida de la adolescencia es llevado a la pantalla, pero sí es el primero que la desarrolla sin crisis de dramas enmielados, ni de tragedias feroces. Ni siquiera , y mira que se hubiera prestado, a través de un poderoso soundtrack.
 

No. Lady Bird va creciendo, va caminando y descubriendo cosas. Descubre el valor de la amistad verdadera, se hace de un sitio entre los “populares de la escuela” solamente para descubrir que realmente no encaja bien ahí. 

Encuentra a su primer amor, Danny O’Neill (Lucas Hedges) un chico rico, puritano y muy conflictuado, quien resulta, justo como muchas veces en la vida real, que no va a ser el amor de toda la vida… 


y se topa con el segundo: Kyle Scheible  (Timothée Chalamet) demasiado ocupado en ser cool y presentar una cara de antisistema enarbolando filosofías de contrapropuesta… quien tampoco permanecerá, pero que le da el ticket de bienvenida a la vida adulta… 

Christine va develando cosas, va experimentando la vida, sin percatarse comienza a crecer creyendo que crecer es una cosa y sin embargo le da tiempo de entender que ese hecho, si es el real, es diferente a lo que ella había pensado, que no simplemente implica levantar ramas al cielo sino no olvidar las raíces para nutrirse en la tierra y fijarse a ella.
 

Ronan encarna a la perfecta chica rebelde con aires de intelectual y libertaria que va a una escuela católica, reúne en ella toda la gama de tonalidades que se pueden encontrar en las adolescentes de colegio católico: odia el sistema, pretende ser liberal, pero al mismo tiempo se desliza por el filo de la concepción de la culpa, y Ronan transita de uno al otro con mestría y desparpajo; pocos ambientes dan para tanto fuera de este tipo de colegios porque la concepción de “pecado” y “gracia” hacen la diferencia. 
Nada es más apetecido que lo prohibido. Lidiar con la represión es un arte y más cuando esta viene directamente de los puntos de poder: madre, monjas, sistema. 

Reinventarse un nombre como Lady Bird es una declaratoria de ese deseo de romper moldes y Ronan convence con cada secuencia de esa imperante necesidad que mueve al personaje al contraponerlo con su madre y las autoridades de su escuela, quienes resultan ser todo lo contrario al estereotipo de “#burórepresivo religiosoescolarcatólico”. 

Gerwig nos otorga una planta docente peculiar y amable de muchas maneras para muestra los dos sacerdotes que animan el grupo de teatro y sobre todo la peculiar hermana Sarah Joan (Lois Smith) quien prodiga comprensión y amplitud de criterio para todas las peripecias que Lady Bird realiza.
 

Pero sin duda es la manera en la que Lady Bird pone en la arena la siempre conflictiva y agridulce relación madre e hija lo que hace a toda la cinta tan entrañable, Christine y Marion se enlazan en peleas y se dicen cosas tan terribles como las que cualquier adolescente y su madre se dicen a la cara, sin embargo detrás del detonante discurso ambas miran trémulas a la otra y la culpa de no poder decirse abiertamente la verdad ni retractarse se yergue entre ambas una y otra vez. No es que no se quieran, son madre e hija y esa convivencia nunca es simple.
 

Gerwig abre las páginas de un diario por el que todos hemos pasado o van a pasar haciendo que cada quien lo considere esa especie de semi-autobiografía no autorizada que todos guardamos en secreto y lo hace de una manera tan fresca, desparpajada, feliz y apasionada que captura todos los olores del espíritu adolescente que no se sabe como dejar para aspirar a pleno pulmón la ansiada “adultez”. 

Solo para que una vez que la dejamos y nos instauramos en la flamboyante “libertad juvenil” deseemos, más de una vez, no haberla desechado tan rápido, pero madurar tiene un precio si no se concilia el pasado con el futuro desde el presente.
 

Director: Greta Gerwig
Reparto: Saoirse Ronan (Christine “Lady Bird” McPherson)
Laurie Metcalf (Marion McPherson)
Tracy Letts (Larry McPherson)
Lucas Hedges (Danny O’Neill)
Timothée Chalamet (Kyle Scheible)
Beanie Feldstein (Julie Steffans)
Lois Smith (Hermana Sarah Joan)
Stephen Henderson (Padre Leviatch)
Odeya Rush (Jenna Walton)
Jordan Rodrigues (Miguel McPherson)
Marielle Scott (Shelly Yuhan)
País: Estados Unidos
Año: 2017
País: Estados Unidos
Género: Dramedy
Duración: 94 min.
Clasificación: Mayores de 15
Guion: Greta Gerwig
Fotografía: Sam Levy
Música: Jon Brion
Fecha de estreno en México: 16 de Febrero


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