Por Perla Schwartz.
El “pachuco” de vestir extravagante y un tanto kitsch, de modales excesivos no era aceptado por la sociedad norteamericana de los 40. A él se le atribuían las peores fechorías, era una presencia irritante por su osadía y por ser de origen extranjero.
Así lo plantea la obra Zoot Suit de Luis Valdez, ahora en su versión teatral con actores de la Compañía Nacional de Teatro, anteriormente hubo la película que data de 1981. La obra es posesora de un texto potente y paradigmático, que no ha perdido su vigencia, no obstante el paso del tiempo, sobre todo hoy propicia, debido a la Ley Arizona, que muestra como se ha recrudecido la situación de chicanos y migrantes mexicanos en Estados Unidos.
Un montaje dirigido por el propio Valdez y que se sustenta con una funcional escenografía de Sergio Villegas, una iluminación de Matías Gorlero e intérpretes convincentes, da por resultado una disfrutable puesta en escena, que de jueves a domingos se viene presentando en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario.
La intolerancia racial es el leif motiv de Zoot Suit. Henry Reyna (Everardo Árzate, en una gran caracterización) es un “pachuco” rebelde e impetuoso, él comete algunos atropellos, pero ninguno de especial gravedad. Su afán es libertario, siempre se encuentra apoyado por un trío de compañeros, y tras una trifulca entre pandilleros, ellos son inculpados de modo injusto y arbitrario.
Van a dar a la cárcel y en torno a ellos se desarrollará un juicio kafkiano. George, el abogado (con una buena actuación de Diego Jáuregui) , intentará defenderlos, apoyado por una mujer de lucha (la siempre desenvuelta y efectiva Georgina Rábago).
Zoot Suit es una obra construida a partir de retazos, los cuales van mostrando la realidad de los chicanos. Sus frecuentes idas a los salones de bailes y cabarets, la familia que gusta de cocinar el menudo picoso, la necesidad de sobresalir en una sociedad ajena a la suya propia.
Luis Valdez ofrece un gran trazo escénico que tiene en la figura del Zoot Suit (un gran Enrique Arreola), el hilo conductor que da cuenta de los sucesos. La mayoría de los intérpretes desarrollan un trabajo solvente, a pesar de que “rapeen” y no canten, entre ellos también se encuentran: Juan Carlos Remolina, Carmen Mastache, Óscar Narváez, Milleth Gómez, Arturo Reyes y Gabriela Betancourt, entre otros.
Fiesta de color al tiempo que un retrato de época, de aquellos que son ajenos al entorno que los rodea. Es un texto que denuncia, pero no cae en el panfleto, un texto que cuestiona y que invita a la reflexión concienzuda. Este es de los mejores montajes de la Compañía Nacional de Teatro, que cada vez emprende vuelos más altos.
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