Por Julia Elena Melche.
El olvidado mundo de los ancianos recupera su espacio vital con la
mirada esperanzadora, pero sobre todo muy humana, que el talentoso y joven director
mexicano Bernardo Arellano proyecta en su segundo largometraje El comienzo del tiempo,
cuyo pivote narrativo está constituido por las desdibujadas figuras seniles de
Antonio y Bertha, una pareja de ancianos que ronda los noventa, viven de la
pensión del viejecito en una modesta casa en la Ciudad de México y sus dos hijos
los tienen en el completo abandono pues hace muchos años que no saben nada de ellos.
Cuando el gobierno suspende el pago de pensiones por la crisis
financiera en el país, los viejos tendrán que ver la manera de sobrevivir; desde vender
algunas de sus pertenencias, hacer tamales para vender en la calle, hasta robar
alimentos en un supermercado. Un día por casualidad encuentran en una avenida a
uno de los hijos ausentes y creen que sus problemas económicos desaparecerán pues
el hombre promete ayudarlos, pero lo único que les deja es a su hijo
veinteañero Paco, un haragán bueno para nada que se instala en el sofá de la
casa de los abuelos, a quienes no conocía.
En El
comienzo del tiempo, el realizador refleja de nueva cuenta su
interés por retratar a los marginados e ignorados de la sociedad para darles
voz y presencia. En su ópera prima de ficción Entre la noche y el día (2011),
filme que participó en una veintena de festivales internacionales de cine con
premios y excelentes críticas, abordó la vida de un autista de 50 años, quien
por su discapacidad era víctima de la discriminación social y hasta de su
familia y de rechazos constantes.
Ahora, el retrato de los viejos que consigue el cineasta es sin duda
uno de los más honestos y emotivos que ha ofrecido el cine mexicano de hace
buenas décadas, en el que hay cabida para el humor, no obstante que lo cubra un
halo desolador. Todo esto es posible gracias a las magníficas interpretaciones
del carismático Antonio Pérez Carbajal y Bertha Olivia Ramírez, actores no profesionales que
logran enriquecer la construcción de sus personajes, de las escenas y de los
diálogos con su espontaneidad y frescura, quienes como otros personajes de la
tercera edad en el filme, no se guiaron por un libreto preestablecido, sino por
la historia escrita en unas cuantas hojas, dejando ver en sus actuaciones la naturalidad de su propio sentir y experiencias.
Arellano, guionista también de la cinta y con un gusto especial por
trabajar con actores no profesionales, comenta que encontró a Antonio vendiendo
chatarra en un mercado y carpetas que él mismo tejía porque no le alcanzaba el
dinero de su pensión. En el momento en que se filmó la película, hace dos años,
tenía 93 años de edad. A Bertha, de 85 años, la conoció a través de un casting
que realizó con el apoyo del Instituto
Nacional para la Atención de los Adultos Mayores del Distrito Federal (INAPAM)
y hasta los 79 años trabajó como Química Bióloga Farmacéutica.
A estos entrañables viejecitos, se une una galería de personajes no
menos enternecedores, interpretados por los octogerarios Marcos Galindo, Raúl
Galván, María Eugenia Bandala, Raúl Salcedo y Francisca Luegas, quienes tampoco
habían actuado anteriormente y se encontraban en un centro recreativo para
personas de la tercera edad en la Ciudad de México. Un peluquero que le escribe
poemas al amor de su vida, un relojero interesado por la física y la química,
una cartomanciana y su amiga que cree ver un fantasma rondando su casa, una
anciana que vive de sus rentas, el amigo de Antonio, un sastre que quiere
cambiar el mundo y organiza una marcha de protesta contra el gobierno, son los
ancianos con una férrea voluntad para vivir a pesar de sus soledades, enfermedades,
tristezas, añoranzas y ausencias.
Como en su anterior filme, el cineasta se toma el tiempo necesario
para capturar la cotidianidad de los personajes. Se trata de esas pequeñas y
sencillas acciones que Bertha y Toño realizan día a día, en apariencia intrascendentales,
pero de enorme significado para que el
espectador se asome a su mundo interior, destacando el notable trabajo de la
fotografía a cargo de Sara Purgatorio,
cuya cámara subraya el relato intimista en los acercamientos a los rostros arrugados donde el tiempo ha dejado su huella.
El regar las plantas en la ventana del baño, comprar el pan, dar de
comer a las palomas en un parque, dar lentos paseos apoyados el uno con el
otro, hacer un poco de ejercicio, esconder sus hurtos entre sus ropas o buscar
una calle para vender los tamales, se convierten en momentos maravillosos en
los que no se necesitan diálogos para lograr el dramatismo necesario para
redondear el desarrollo de la película.
En el ocaso de sus vidas, el optimismo es la mejor coraza que tienen
los viejos contra el trágico avance de la vejez, y la solidaridad, cariño y
amistad entre ellos es quizás su único recurso para contrarrestar su desamparo.
En medio de su crisis económica, Toño no desfallece, sigue visitando a sus
amigos de toda la vida y ayuda a Bertha en la preparación de los tamales, pero
lo que lo sostiene verdaderamente es el gran amor que siente por su esposa y la
correspondencia de ella a sus sentimientos.
Sin pisar los terrenos de la sensiblería, los ancianos se demuestran
su cariño y ternura con una caricia, un abrazo, un beso, una mirada, trayendo a
la mente los protagonistas de Amor de Michael Haneke, pero sin el
tono trágico y devastador del oscareado filme. Bertha y Toño se cuidan y están
al pendiente el uno del otro, pero también hay deseo porque se aman y están
vivos. Mediante pudorosas y sutiles escenas plenas de lirismo, el director
rompe con el estereotipo de que las expresiones sexuales son propias de la
juventud y con el mito de que el erotismo está cancelado para los ancianos porque
no tienen deseo sexual ni capacidad para hacer el amor.
A su vez, hay un retrato evidente de los ciclos de la vida y de la interconexión
de tres generaciones y sus discrepancias. Por un lado, el hijo Jonás (José
Sefami) se ha quedado rezagado en lo anímico y económico, no le interesa saber
de sus padres ni de acercarse ni comunicarse con su hijo. Por otro, el nieto
Paco (Francisco Barreiro) representa a una juventud estática e indolente que ni
estudia ni trabaja ni se preocupa por nada, un personaje esencial en la
historia que termina por volver la mirada a sus abuelos, en quienes encontrará
el afecto del que ha carecido, llenando al mismo tiempo los vacíos
sentimentales de los viejos. Por último, Bertha y Toño significan una generación sabia y llena de vivencias que a pesar de la senilidad persiste el deseo de seguir adelante; "Así es la vida y hay que seguirla viviendo".
Una película que se conecta con el público por su realidad
dolorosa, a través de su elocuente crítica y reflexión del desdén familiar
hacia los ancianos, de las dificultades que enfrentan al estar desprotegidos
por el Estado y de los vicios de una sociedad consumista que los relega,
abandona y se olvida de ellos, viéndolos como una carga y un estorbo.
Con un recorrido por importantes festivales internacionales de cine, El comienzo del tiempo obtuvo el máximo galardón del Festival Internacional
de Cine de Beijing 2015 y como Mejor Película Latinoamericana en el Festival de
Málaga, entre otros merecidos galardones y menciones especiales en el Festival
Internacional de Cine de Macedonia, La Habana, Buenos Aires, Montreal, Edimburgo,
así como en los nacionales de Monterrey, de Los Cabos, Oaxaca y Morelia.
Un filme imprescindible que debe ser apreciado por el público nacional
por su calidad y su reconocible drama humano. Muy recomendable.
EL DIRECTOR. |
Dirección y guión: Bernardo Arellano.
Reparto: Antonio Pérez Carbajal (Antonio), Bertha Olivia Ramírez
(Bertha), Francisco Barreiro (Paco), José Sefami (Jonás).
País: México.
Año: 2014.
Género: Drama.
Duración: 110 minutos.
Clasificación: Mayores de 15 años.
Fecha de estreno en México: 12 de agosto de2016.
EL COMIENZO DEL TIEMPO SE EXHIBE EN CINÉPOLIS Y EN CINETECA NACIONAL.
HORARIOS EN CINETECA:
Viernes 12 de agosto. SALA 8:
16:15 y 18:45 horas
Sábado 13 de agosto. SALA 8: 16:15 y 18:45 horas.
Domingo 14 de agosto. SALA 8: 16:15 y 18:45 horas.
Martes 16 de agosto. SALA 8: 14:00 y 19:00 horas.
Miércoles 17 de agosto. SALA 8: 14:00 y 19:00 horas.
Jueves 18 de agosto. SALA 8: 14:00 y 19:00 horas.
Sábado 13 de agosto. SALA 8: 16:15 y 18:45 horas.
Domingo 14 de agosto. SALA 8: 16:15 y 18:45 horas.
Martes 16 de agosto. SALA 8: 14:00 y 19:00 horas.
Miércoles 17 de agosto. SALA 8: 14:00 y 19:00 horas.
Jueves 18 de agosto. SALA 8: 14:00 y 19:00 horas.
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