Por
Fabián Quezada León
Es 2007,
son los últimos días de la guerra de Irak. Bush ha cerrado el telón ante el
mundo. Dos soldados norteamericanos
hacen guardia por muchas horas vigilando un oleoducto desierto en el que yacen
seis cadáveres. El sargento Allen Issac (Taylor-Johnson) y su superior Shane
Matthews (Cena) se están rostizando bajo el sol sin moverse, camuflajeados en
las dunas.
Solo el calor calcinante desespera.
Pero, oculto en la nada un francotirador experto los asecha, esperando acabar
con ellos de la manera más cruel y certera posible.
Cuando
se habla de cintas de guerra se entra en un terreno en el que la cinematografía
ha encontrado un yacimiento inagotable, porque inagotable es la sed guerrera y
violenta de la raza humana, tal vez solo
equiparable a la necesidad de amor.
De esta manera, hemos visto toda clase de
obras en el que el tema se ha tocado de todas las maneras posibles desde
grandes y fastuosas producciones situadas en todas las épocas de la historia
humana y en futuros más lejanos que el punto más distante del universo. Guerras
con humanos, con animales, con máquinas, con alienígenas con todo lo que posea
la inteligencia, la fuerza y recursos para representar un enemigo a destruir.
Guerras
enormes y guerras fantásticas, guerras de culto, guerras por ambición y por
miedo, pero siempre sin causa lo suficientemente explicada.
The
Wall en una manera simple y perfecta representa todo ello cargada en los
personajes mínimos para que exista un conflicto y eso la lleva a niveles
profundos que más que el despliegue armamenticio avasallante nos lleva a un
terror real inscrito en el interior de la mente, a la llana lucha por la
supervivencia y a la certeza que se va haciendo cada vez más sólida de que
existe una única salida que puede costar la vida.
Con
dos personajes visibles y otro que aparece solo en una voz desconocida,
con un seco acento que refleja milimétricamente su dureza y perversidad, Doug
Liman de quien hemos visto anteriormente “Go”(1999) “The Bourne
Identity”(2002) “Mr. & Mrs.
Smith,”(2005) y “Edge of Tomorrow”(2014)
y que se ha dedicado mucho más a la
producción, toma ahora el mando en esta dramática muestra de que el principio
de la guerra siempre son dos y en los hombros de Taylor-Johnson se recarga todo
el drama y la incomprensión ante la pregunta de “al final de cuentas, qué estoy
haciendo aquí? Y al mismo tiempo, “en serio quiero irme a casa?” solo ante eso
se tiene suficiente conflicto para llegar a la desesperación.
No hacen falta
más de 20 horas que duraron los protagonistas acostados en la arena bajo la
maleza, sino en una hora y media que dura la película. En un momento llegas a
sentirte tan acorralado como Issac y con seguridad te harás las mismas
preguntas.
Lo más
relevante de todo es que aunque a simple vista la trama de un hombre acorralado
a merced de un francotirador hiper certero no pareciera lo suficientemente
llamativa es hasta cuando se está detrás de la pared con Issac hablando con el
francotirador que se abren los hondos abismos de los cuestionamientos y el
terror mientras las soluciones se agotan y se pierde la esperanza.
Todo es
gracias al guión de Dwain Worrell que
sin piedad jala a la suficiente locura/desventura/ira para llevar a sus
personajes a extremos, mucho más cuando Juba (Nakli) el misterioso
francotirador aparece dentro de las frecuencias del radio para asechar y al
mismo tiempo servir a Issac del único contacto humano posible para desahogarse,
mientras el francotirador juega con él al gato y al ratón, siendo una fantasmal voz anónima que al mismo tiempo
que lo irrita y amenaza es también alguien desconocido que lo impulsa a,
irónicamente, seguir con vida.
Liman
comprueba con “The Wall” que es un director todo terreno y que no necesita de
enormes producciones Hollywoodenses para abrumar con su trabajo, para colocar
las fichas detrás de una endeble pared de piedras a la espera de que el sadismo
se desencadene; no tanto con balas si no
con palabras (que son más certeras y demoledoras)
Demuestra sólidamente que puede ser un
actor para todo tipo de argumentos, toma este “danzón dedicado a” y nos
arrastra con él porque no es un super héroe es simplemente un hombre atrapado
dentro de un espiral sin respuestas, es el eje de este “show para un hombre y
una voz” desde aquel Kick Ass hasta ahora ha recorrido un tramo y sostiene toda
la acción impecablemente aferrado a esa débil pared, a la línea entre la
sanidad, la locura y la confesión de sus más aberrantes culpas, a esa frágil
esperanza de que su ejército debe percatarse de la ausencia de sus reportes a
que el sadismo de su enemigo desee seguir jugando a dejarlo con vida…
Toda la
ferocidad de la guerra sin una sola explosión avasallante, solo la vida que se
escurre por la herida sin agua, sin alimento, bajo el sol y el polvo de un
sitio fantasmal donde a lo lejos se escucha una lámina golpear una y otra y
otra vez, azotada por el viento.
Además
“The Wall” es a la vez una declaración, un grito cuestionante sobre la
inutilidad de el envío de tropas a países que después de habérseles entrenado
se considera enemigos, es una elegía a los muertos en batalla en campos
extranjeros es una pregunta abierta ante “usted perdone, nos equivocamos, no
encontramos la causa por la cual nos lanzamos a invadirlos” mientras se ponen
los clavos de los ataúdes de miles de seres humanos.
Al
final de cuentas “The Wall” es esa frágil barrera que delimita la frontera de
un tema bochornoso para la historia y crecimiento de la humanidad; la guerra y
la violencia. Ambas conforman un entramado confuso en el que lo mínimo que se
pierde paradójicamente es el don más preciado de la existencia humana; la vida.
País:
Estados Unidos
Año:
2017
Género:
Drama, Bélico, Suspenso
Duración:
1 hr 21 min
Clasificación:
Adultos. Temática, Violencia.
Fecha
de estreno en México: 20 de Julio 2017
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