Por Julia Elena Melche.
La calle
de la amargura, del veterano y disparejo realizador mexicano
Arturo Ripstein, es la película encargada de abrir la 60 Muestra Internacional
de Cine, cinta ganadora del Premio al
Mejor Director y Premio a la Mejor Dirección Artística en el Festival Internacional de Cine de Gijón, España, 2015, donde se le rindió un homenaje al cineasta por sus 50 años de
carrera.
Un caso real de la nota roja, inspira al director y a su
guionista de cabecera Paz Alicia Garcíadiego, para confeccionar otro melodrama
sórdido y grotesco en el que vuelve a regodearse de la miseria física, moral y
espiritual de personajes jodidos y perdedores. En julio de 2009, los cuerpos sin
vida de dos luchadores profesionales gemelos y enanos, “La Parkita” y
“Espectrito Jr.”, fueron encontrados en la habitación de un hotel en el centro
de la Ciudad de México, presuntamente envenenados por dos sexoservidoras con el
fin de robarles sus pertenencias. Al
parecer, fueron víctimas de una intoxicación causada por gotas
oftalmológicas, mezcladas con bebidas alcohólicas que las mujeres les dieron a
tomar.
Aunque la trama central es la muerte de los luchadores, el
filme se enfoca mayormente en la vida de las dos victimarias; la escuálida y
decadente prostituta Adela (Patricia Reyes Spíndola) y la no menos vetusta Dora
(Nora Velázquez). La primera, lidiando con una madre anciana a la que explota poniéndola a pedir limosna en un carrito, y la
segunda, con una malcriada y calenturienta hija adolescente y un marido
homosexual travestido. En torno a ellas, gira la madre de los enanos, la
andrajosa Doña Epi (Sylvia Pasquel), su nuera Zema (Arcelia Ramírez) y una
madrota que regentea a las putas del barrio (Emoé de la Parra).
En la nueva entrega del director de Principio y fin (93), La
perdición de los hombres (2000) y La razones del corazón (2012), entre
otras, están presentes sus prolongados planos-secuencia y sus añejas obsesiones temáticas (la soledad, la familia,
la culpa, el machismo, la ruindad anímica y espiritual), a través de sus mismos
personajes marginados, sin salida ni
oportunidades y condenados a la soledad amarga, quienes se mueven en escenarios lúgubres, turbios y cochambrosos, fotografiados
en blanco y negro por el diestro Alejandro Cantú, cuyo magnífico trabajo se encarga
de remarcar lo sombrío de los ambientes desolados,
y sin duda es el mejor acierto de la cinta.
El gran tropiezo de La calle de la amargura es el guión de Garciadiego que carece de fuerza dramática
y naufraga en lo meramente anecdótico. No obstante su gusto por la nota roja, la
libretista confecciona personajes que resultan
inconvincentes, sin emoción ni matices, que rayan en el esperpento y se limitan a recitar unos diálogos insulsos, falsos,
absurdos y pretenciosos que resultan ajenos a la manera de expresarse de los
habitantes de los barrios bajos y marginales de la capital mexicana.
¿Qué prostituta
de La Merced, de Tepito, de la Candelaria de los patos, o sus alrededores dice: “Huelo el engaño, me lo huelo de lejos”,
o “Los años pasan, pero el cariño arraiga”, o “No es hora de andar en la
comedia”, o “Todas las noches hay trasiego”, o bien, “Si la cosa física no te
funciona”, cuando Dora se refiere al pene de su adiposo marido Max (Alejándro Suárez).
De nueva cuenta los personajes femeninos caminan por los terrenos de la degradación, el
envilecimiento y son incapaces de rebelarse
ante la prepotencia de los varones, ya sea Dora, soportando que su marido tenga relaciones sexuales con un jovencito, usando su ropa, o la nulificada Zema,
dejándose golpear por su abusivo cónyuge enano.
Se trata de un melodrama seudo buñuelesco que demuestra el
alarmante agotamiento imaginativo de la pareja Ripstein-Garcíadiego, quienes convierten en espectáculo tremendista y celebratorio la podredumbre humana de una manera ya exacerbada y enfermiza, en
cintas cada vez más retorcidas, sórdidas e insufribles, haciendo recordar y
hasta añorar al inspirado director de las premiadas El castillo de la pureza
(72), Cadena perpetua (78) y la inquietante El lugar sin límites (77) con
personajes sólidos y profundos, quien ha declarado "filmar desde el rencor", su sello indiscutible y evidente en su vasta filmografía.
Dirección: Arturo Ripstein.
Guión: Paz Alicia Garciadiego.
Fotografía en B/N: Alejandro Cantú.
Reparto: Patricia Reyes Spíndola (Adela), Nora Velázquez
(Dora), Sylvia Pasquel (doña Epi), Alejandro Suárez (Max), Arcelia Ramírez
(Zema), Juan Francisco Longoria (Alejandro), Guillermo López (Alberto), Emoé de
la Parra, Greta Cervantes, Alberto Estrella y Eligio Meléndez.
País: México-España.
Año: 2015.
Género: Drama/thriller.
Duración: 99 minutos.
LA CALLE
DE LA AMARGURA SE EXHIBE EN EL MARCO
DE LA 60 MUESTRA INTERNACIONAL DE CINE DEL 18 AL 23 DE MARZO EN CINETECA
NACIONAL Y DEL 25 AL 28 DE MARZO EN
CINÉPOLIS.
PARA MAYOR
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