sábado, 5 de marzo de 2016

EL HIJO DE SAÚL (SON OF SAUL): UNA OBRA MAESTRA.

Por Julia Elena Melche.

La gran ganadora del premio Oscar y del Globo de Oro como Mejor Película de Habla no Inglesa y del Gran Premio del Jurado y Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes, entre otros destacados galardones, ofrece un retrato de los campos de exterminio nazis pero sin abusar de imágenes terribles y huyendo de todo efectismo. 

El cineasta húngaro László Nemes recurre a una inteligente y rigurosa puesta en escena, donde lo importante no es lo que se ve, sino lo que se escucha, se sugiere y se siente, provocando que el espectador tenga la sensación de estar en las profundidades del infierno alemán,  para seguir muy de cerca al protagonista, Saul Ausländer (un magnífico Géza Röhrig), un prisionero que trabaja en un  horno crematorio como miembro de los 'Sonderkommando', encargados de conducir a otros presos a las cámaras de gases. Luego de dejarlas limpias, queman los cadáveres y rescatan lo que hay de valor entre sus ropas.

Es el año de 1944 y el lugar, un campo de concentración alemán que puede ser Auschwitz. Ahí, cualquier ruptura a la rigurosa disciplina se castiga con la muerte y Saúl lo sabe. No obstante, decide salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño, quien dice es su hijo, para darle una sepultura digna, de acuerdo con el ritual judío, y llevar a cabo un último acto de humanidad como buscando su propia redención.

El hijo de Saúl evita mostrar la violencia y el horror explícitos. En su lugar, opta por una cámara subjetiva que sigue por detrás al protagonista en largos planos secuencia para convertirse luego en el punto de vista del propio Saúl y que sea él una suerte de testigo de lo terrible que ocurre a su alrededor, eliminando así las escenas en primer plano. 

Desde el inicio, la cámara fuera de foco captura una imagen en tonos sepia. Desde la profundidad de campo, se observa la figura de un hombre que se va aproximado a la lente hasta volverse nítida, mientras se escuchan sonidos inquietantes; gritos, golpes, el ruido de máquinas y una estremecedora banda sonora que intensifican la percepción terrorífica.

En muchos momentos, la cámara abandona la subjetividad y deja de ser la mirada inexpresiva de Saúl para capturar en planos generales el dolor colectivo en los últimos días de Auschwitz, así como el drama íntimo del atormentado hombre, víctima y verdugo, forzado a ayudar a los nazis en sus planes de exterminación y aferrado al cadáver de un niño como reclamo desesperado de su quebrantada dignidad  humana.

Con un inusual formato de pantalla 4:3, el que se utilizó en los comienzos del cine y ahora se encarga de subrayar en el espectador una sensación de encierro, El hijo de Saúl no apela a la autoconmiseración y se encuentra en  las antípodas de La lista de Schindler de Steven Spielberg, representando la ópera prima de un director muy prometedor que combina sobriedad y tensión en una inteligente resolución formal, con un continuo movimiento de cámara, conectándose con el cine de su coterráneo Béla Tarr, realizador imprescindible de Satantango (1994), El caballo de Turín (2009) y El hombre de Londres (2007), en la que László Nemes trabajó como ayudante de dirección.

Una experiencia atrapante del Holocausto. 


Dirección: László Nemes.
Reparto: Géza Röhrig (Saul), Levente Molnár (Abraham), Urs Rechn (Biedermann), Sándor Zsótér (Doctor), Todd Charmont (Braun), Uwe Lauer (Voss), Christian Harting (Busch), Kamil Dobrowolski (Mietek), Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Todd Charmont y Sándor Zsótér.
País: Hungría.
Año: 2015.
Género: Drama.
Duración: 107 minutos.
Clasificación: Adolescentes y adultos.
Fecha de estreno en México: 26 de febrero de 2016.

EL HIJO DE SAÚL SE EXHIBE EN CINÉPOLIS.

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