La gran ganadora del premio Oscar y del Globo de Oro como
Mejor Película de Habla no Inglesa y del Gran Premio del Jurado y Premio
FIPRESCI en el Festival de Cannes, entre otros destacados galardones, ofrece un
retrato de los campos de exterminio nazis pero sin abusar de imágenes terribles
y huyendo de todo efectismo.
El cineasta
húngaro László Nemes recurre a una inteligente y rigurosa puesta en escena,
donde lo importante no es lo que se ve, sino lo que se escucha, se sugiere y se
siente, provocando que el espectador tenga la sensación de estar en las
profundidades del infierno alemán, para seguir
muy de cerca al protagonista, Saul Ausländer (un magnífico Géza Röhrig), un prisionero
que trabaja en un horno crematorio como
miembro de los 'Sonderkommando', encargados de conducir a otros presos a las
cámaras de gases. Luego de dejarlas limpias, queman los cadáveres y rescatan lo
que hay de valor entre sus ropas.
Es el año de 1944 y el lugar, un campo de concentración
alemán que puede ser Auschwitz. Ahí, cualquier ruptura a la rigurosa disciplina
se castiga con la muerte y Saúl lo sabe. No obstante, decide salvar de los
hornos crematorios el cuerpo de un niño, quien dice es su hijo, para darle una
sepultura digna, de acuerdo con el ritual judío, y llevar a cabo un último acto
de humanidad como buscando su propia redención.
El hijo
de Saúl evita mostrar la
violencia y el horror explícitos. En su lugar, opta por una cámara subjetiva que
sigue por detrás al protagonista en largos planos secuencia para convertirse
luego en el punto de vista del propio Saúl y que sea él una suerte de testigo de
lo terrible que ocurre a su alrededor, eliminando así las escenas en primer
plano.
Desde el inicio, la cámara fuera de foco captura una imagen en tonos
sepia. Desde la profundidad de campo, se observa la figura de un hombre que se va
aproximado a la lente hasta volverse nítida, mientras se escuchan sonidos
inquietantes; gritos, golpes, el ruido de máquinas y una estremecedora banda
sonora que intensifican la percepción terrorífica.
En muchos momentos, la cámara abandona la subjetividad y
deja de ser la mirada inexpresiva de Saúl para capturar en planos generales el dolor
colectivo en los últimos días de Auschwitz, así como el drama íntimo del atormentado
hombre, víctima y verdugo, forzado a ayudar a los nazis en sus planes de
exterminación y aferrado al cadáver de un niño como reclamo desesperado de su
quebrantada dignidad humana.
Con un inusual formato de pantalla 4:3, el que se utilizó en
los comienzos del cine y ahora se encarga de subrayar en el espectador una
sensación de encierro, El hijo de Saúl no
apela a la autoconmiseración y se encuentra en las antípodas de La lista de Schindler de
Steven Spielberg, representando la ópera prima de un director muy prometedor
que combina sobriedad y tensión en una inteligente resolución formal, con un
continuo movimiento de cámara, conectándose con el cine de su coterráneo Béla
Tarr, realizador imprescindible de Satantango (1994), El
caballo de Turín (2009) y El hombre de Londres (2007), en la
que László Nemes trabajó como ayudante de dirección.
Una experiencia atrapante del Holocausto.
Dirección: László Nemes.
Reparto: Géza Röhrig (Saul), Levente Molnár (Abraham), Urs
Rechn (Biedermann), Sándor Zsótér (Doctor), Todd Charmont (Braun), Uwe Lauer
(Voss), Christian Harting (Busch), Kamil Dobrowolski (Mietek), Géza Röhrig,
Levente Molnár, Urs Rechn, Todd Charmont y Sándor Zsótér.
País: Hungría.
Año: 2015.
Género: Drama.
Duración: 107 minutos.
Clasificación: Adolescentes y adultos.
Fecha de estreno en México: 26 de febrero de 2016.
EL HIJO DE SAÚL SE EXHIBE EN CINÉPOLIS.
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