jueves, 11 de julio de 2019

VIVIR DEPRISA, AMAR DESPACIO (PLAIRE, AIMER ET COURIR VITE) (SORRY ANGEL)



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POR DIEGO DA COSTA






París, 1993. Jacques es un escritor que intenta mantener un sentido de romance y humor a pesar de la agitación en su vida y en el mundo. Durante un viaje de trabajo conoce a Arthur, un joven aspirante a cineasta que está experimentando su despertar sexual. Se enamoran de forma instantánea. Del director Christophe Honoré (Las canciones del amor) surge una reflexión profundamente emocional sobre el amor y la pérdida, la juventud y el envejecimiento.


Christophe Honoré es uno de los realizadores franceses que no rehuye hablar de temas controvertidos como el suicidio, las enfermedades de transmisión sexual o incluso, el incesto. Vivir deprisa, amar despacio es el largometraje realizado por el cineasta francés durante el 2018. El film estuvo en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Cannes, nominado a la Palma de Oro y al palmarés queer. También obtuvo una nominación en los premios de la Academia Francesa, los César, al mejor actor de reparto para Denis Podalydès. 


Año 1990. Arthur es un joven estudiante de veinte años que vive en Rennes. Su vida cambia el día que conoce a Jacques, un escritor que vive en París con su hijo pequeño. Durante el verano, Arthur y Jacques viven una historia amor. Pero Jacques sabe que este amor lo tiene que vivir rápidamente.

 

 

 

Premios

International Cinephile Society Awards. 2018. Mejor guion
QCinema International Film Festival. Pylon Award. 2018
Festival de Sevilla de Cine Europeo. Mejores actores protagonista. 2018

 

 

Aquellos alocados 90

Vivir deprisa, amar despacio está muy lejos de ser una comedia ligera y fresca para meramente entretener. Christophe Honoré ha querido echar la vista hacia atrás, pero sin buscar el exceso de momentos lacrimógenos y realizarlo desde una perspectiva más desahogada y agradable. Desde un primer momento, se ve la influencia de los años 90 y las consecuencias del auge de la propagación del VIH en la población homosexual. No es extraño que Honoré presente estas situaciones al público sin preámbulos. Directo pero sin excederse en el morbo innecesario. No se puede negar que el realizador recrea una época desde un prisma realista y que sirve para convertirse en un análisis del avance social hacia esta enfermedad, que en su momento no era tan conocida. Los bailes estrambóticos, los cigarros, el ambiente francés… cierran una buena composición espacio-temporal.
La selección de la puesta en escena es sumamente importante, dado el romanticismo social que se cuela entre bambalinas. No es una película de amor, histórica o social, pero sí es un film romántico, ambientado en una realidad social de aquellos años. Paradójico y pareciendo que es lo mismo, el guion no pretende ser derrotista, ni con un exceso de positivismo: narra un momento vital, como la vida misma, en una montaña rusa

Puede que no se convierta en uno de los referentes del cine LGTBI, pero sí es un ejercicio cinematográfico importante que enmarca una manera distinta de mostrar lo que hay detrás de una enfermedad como el SIDA. Se habla de él quitándole el estigma, tratándolo con una normalización que es necesaria en la propia población. Dibuja unos personajes que se ven afectados por la enfermedad, pero que no pierden su identidad ante ella.

El amor en tiempos del sexo

Otra de las líneas narrativas a explorar de Vivir deprisa, amar despacio es un mensaje universal y posiblemente atemporal. El amor ha sido pensado en multitud de filmes, pero en esta ocasión, se habla desde la vertiente de anti-demonizar el sexo. Arthur, en una de sus escenas, habla claramente de la mortificación de la sociedad y del exceso de pudor a la hora de hablar de la intimidad. 


Además, a lo largo del film, se puede observar esa necesidad de desengranar la fórmula del amor, de cuestionar: ¿se da sexo en busca del amor? ¿se da amor para conseguir sexo? Es una reflexión que, incluso, se puede aplicar a los tiempos del sexo fácil en la época de las aplicaciones para ligar de ahora. Es un homenaje al erotismo y al vacío del placer mundano del sexo, pero con una naturaleza primigenia que el ser humano no debería temer.

Sin embargo, uno de los inconvenientes que se presenta en el film es la excesiva duración. Al extenderse en el tiempo, plantea de forma brillante frentes como el amor, el sexo, la ilusión, la vida, la enfermedad… pero se pierde en tramas secundarias innecesarias. Se adorna con una precisión a cada personaje, que crea una profundización dentro de su entorno, que a veces estorba y lo único que provoca es cierta reiteración de la naturaleza de los personajes. 
Un ejemplo de la no necesidad de saber absolutamente todo acerca del entorno de lo que sucede en escena. A excepción de la madre de Loulou y el propio Loulou, entrañables y cumplen su función como nexo humano. La química entre el tándem realizado de las personalidades de los personajes de Arthur, Jacques y Mathieu, se materializa en una de las mejores escenas de la película.

Dignidad interpretativa

Ya se pudo ver la calidad interpretativa de Pierre Deladonchamps en ‘El hijo de Jean’ con una personaje totalmente distinto. En Vivir deprisa, amar despacio Deladonchamps cambia ese halo de mirada gélida y misteriosa, por una calidez angulosa que engatusa al espectador hasta el final. La película es Deladonchamps, es algo imprescindible. La manera de expresarse, de moverse en escena, la liberación de conocer hasta las entrañas a su personaje… Simplemente excelente, una gran interpretación.  

Junto a él, Vincent Lacoste completa el segundo elemento de la ecuación. Esa picaresca que ya se pudo ver en ‘Lolo, el hijo de mi novia’, pero reconvertido en una normalización de la homosexualidad con una frescura que conecta a la perfección con Deladonchamps.  

Forman una pareja cinematográfica envidiable. Dos actores en su mejor época y con un magnetismo artístico palpable. Dignifican a sus personajes y circunstancias.
No se puede hablar del aspecto interpretativo sin hablar de Denis Podalydès. Tercer elemento de la ecuación final, que pese a no ser un protagonista total, es indispensable. 


Una visión de la homosexualidad sin esa óptica de la sensualidad, del éxito, de la belleza… sino desde una posición más descarnado. Crea una empatía hacia el espectador, sin necesidad de una identificación total o parcial, sino comprender sus pensamientos y sentimientos. Un pilar fundamental emotivo que sin él, la película perdería bastante. 

Es más, pese a lo controvertido del final y pudiendo crear dispares opiniones, es uno de los puntos más positivos. Un homenaje a los distintos tipos de amor en la vida y el desenlace trágico romántico crudo de la propia existencia.

Por último, mencionar que el resto del reparto consigue que haya un acabado artístico muy bien escogido y dirigido. Un reparto en auge.

Conclusión

Vivir despacio, amar deprisa es una película necesaria para desmitificar el placer «sucio», el amor, la sexualidad. Hablar de una normalización del VIH y las secuelas que ello produce. Una narrativa que consigue enganchar al espectador sin un sentimentalismo lacrimógeno, desde una vertiente verosímil y fresca. Deladonchamps, Lacoste y Podalydès forman un trío interpretativo excelso. Una conexión palpable, que se consolida con unas interpretaciones soberbias.
Unas líneas narrativas profundas y sin intención de ser otra comedia “feel good francesa”. Un guion interesante y complejo, que únicamente flojea en el exceso de narración del entorno de los personajes. Un canto a una época pasada en el que el estigma del amor, el sexo, la homosexualidad y las ETS son murales que reflexionar hacia el camino del sentir. No muy lejos de la actualidad.
Director: Christophe Honoré 
Reparto:
Pierre Deladonchamps (Jacques Tondelli)
Vincent Lacoste (Arthur Prigent)
Denis Podalydès (Mathieu)
Tristan Farge (Louis)
Adèle Wismes (Nadine)
Año: 2018
País: Francia
Género: Drama
Duración: 132 min
Clasificación: Pendiente
Guion: Christophe Honoré
Fotografía: Rémy Chevrin
Fecha de estreno en México: 12 de Julio 2019



 

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