viernes, 7 de mayo de 2010

LA CAJA DE PANDORA (PANDORA’NIN KUTUSU): UNA AGRIDULCE FÁBULA INTIMISTA.


Por Julia Elena Melche.
En el puerto turco del Estambul, tres hermanos de cuarenta y tantos reciben la noticia de la desaparición de su anciana madre. Cuando van en su búsqueda, se desata una serie de enfrentamientos que ponen al desnudo sus frustraciones, viejos resentimientos y heridas sin cicatrizar. Por fin la viejecita es localizada y llevada a un hospital, donde le diagnostican Alzheimer en una fase avanzada. Esto sólo servirá para incrementar las tensiones y discrepancias entre los vástagos. Ahora tendrán que ocuparse de ella, hecho que viene a desquiciar sus vidas y rutinas.

A partir de esta mínima historia, la realizadora turca Yeşim Ustaoğlu consigue en La caja de Pandora un acercamiento sobrio y sensible al olvidado mundo de los ancianos, donde elimina cualquier arrebato sentimental o asomos auto compasivos. En buena medida, es gracias a la convincente interpretación de la francesa de 91 años Tsilla Chelton, que le valió la Concha de Plata a la Mejor Actriz en el Festival de San Sebastián 2008 y famosa por su actuación en la comedia de humor negro ¿Qué hacemos con la abuela? de Etiénne Chatilliez. Ahora, transita entre la soledad, la desesperanza y el limbo de la vejez, sumida en su mente fracturada por la crueldad de la demencia. No obstante, conserva suficiente lucidez para decir algunas verdades que incomodan a su hija mayor Nesrin (Derya Alabora), una madre posesiva que vive con el temor de perder a su hijo adolescente Murat (el debutante Onur Ünsal) y de ser abandonada por su marido.

En el trasfondo de este argumento, la cineasta coloca con precisión el abismo intergeneracional de una familia sin aspiraciones y hecha jirones, en el que la generación de en medio es la gran perdedora. Tanto Nesrin como Güzin (Övül Avkiran) y Mehmet (Osman Sonant), los hermanos menores, están atrapados en vacíos existenciales. Buscan la felicidad y el encuentro consigo mismos sin lograrlo, Güzin en una desesperada necesidad afectiva y el bueno para nada de Mehmet en un auto abandono como forma de vida. Ninguno quiere lidiar con la enfermedad de la madre y sólo desean seguir instalados en su individualismo y cotidianidad fracasada.

En medio de este ambiente egoísta y distante, se inaugurará una íntima conexión entre nieto y abuela a pesar de apenas conocerse, misma que fluye en una calidez entrañable y se convierte en el motor de la cinta. Incomprendido por sus padres, Murat encuentra en su sabia y tranquila abuela una comunión y entendimiento en silencio. Ambos pueden finalmente respirar y unir sus caminos extraviados.
Como en sus anteriores filmes, Viaje hacia el sol (99) y Esperando las nubes (03), la directora llena la pantalla de personajes alienados y aislados que se mueven en un ritmo pausado que lograr intensidades emocionales a la acción dramática. Consigue sutiles resonancias del clásico del cine japonés La balada de Narayama de Shohei Imamura, sobre el viaje obligado de padres ancianos hacia la aceptación sufriente de su propia muerte, en el bellísimo y contemplativo plano final que sigue los pasos de la anciana subiendo a una montaña.

Dirección:
Yeşim Ustaoğlu.
Reparto: Tsilla Chelton, Derya Alabora, Övül Avkiran y Osman Sonant.
País: Turquía-Francia-Alemania-Bélgica.
Año: 2008.
Género: Drama.
Duración: 112 minutos.
Clasificación: Todo público.
Fecha de estreno en México: 7 de mayo de 2010.

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