Por:
Fabián Quezada León
Tras de
algún tiempo de no aparecer en pantalla, Keanu Reeves regresa en una cinta al
rededor de una leyenda japonesa basada en valores como la lealtad el honor y la
corrección de la injusticia.
Kai
(Reeves) es un niño mestizo que tras de ser encontrado malherido en el bosque
es recogido por Lord Asano, un noble y cuidado hasta que recobra la salud. En el
trance Kai se enamora de Mika bella hija de Asano sabiendo que sus destinos
jamás se juntarán. Además de todo, el hecho de no ser de “pura raza” lo hace
víctima del bullying entre la gente del feudo.
Pero cuando
tras un incidente desafortunado hay que
reaccionar, los mismos que antes lo despreciaban lo buscan y se alían con él
para juntos formar a los 47 Ronin (samuráis sin dueño) para enfrentar a Lord
Mika, un terrible villano y a su secuaz, una poderosa bruja.
La
leyenda de los 47 Ronin se sitúa en el Japón del siglo XVIII. En ella los
elementos de las grandes épicas están presentes: el honor, la venganza, las
grandes fuerzas del mal, el héroe con un pasado oculto misterioso y el amor además
de la aventura y la formación del camino del mito (héroe en desgracia, logro de
hazañas, luchas violentas, enfrentamientos con creaturas fantásticas etc.)
Pero como
siempre que se re-interpreta una tradición de cualquier parte del mundo por la industria
de Hollywood, aparece la forzosa “adaptación libre” y todas sus implicaciones.
47
Ronin se desarrolla en magníficos escenarios y posee una buena producción,
cuenta con buenos actores nipones y Reeves está instalado en héroe hierático;
pero la cinta no obstante no logra pasar de “lo normal”, no sorprende, no
arrebata a compartir con el héroe sus múltiples desgracias y alegrarse
igualmente de su “controvertido” triunfo (y eso es en mucho porque la
perspectiva desde occidente querámoslo o no, nos guía por caminos diferentes en
el cual el sentido del “triunfo del héroe” nada tiene que ver con el sentido que
tiene la leyenda original)
Al
comienzo se anuncia algo así como que conocer la leyenda de los 47 Ronin es conocer
Japón, pero eso es mucho más que
temerario; si esta cinta pretendía eso, el resultado es bastante dudoso.
Sin
importar que haya grandes nombres del panorama artístico japonés en la cinta y
que realicen su trabajo bien, el enfoque, es descentrado.
Hay acción,
peleas y maldad al estilo Tinseltown, que se oponen diametralmente al verdadero
sentido de la filosofía oriental al respecto de “cobrar venganza del honor
mancillado” .
Claro
que 47 Ronin como toda buena leyenda incluye elementos mágicos, brujas poderosísimas,
monstruos, dragones y demás que serán retos que el héroe o digamos “el lado de
la justicia” deberán de sortear para trascender como ejemplo y permanecer como
un mito admirable.
Pero la
trama se maneja de manera superficial y estereotipada, los diálogos son casi monosilábicos
y la acción transcurre sin llegar a calar duro y sin molestarse demasiado en
explicar; se remite solo a la acción. Y no es que estemos viendo secuencias
espectaculares, ya fuera generadas por los mismos actores o por la computadora,
son simplemente “cumplidoras”. Y tardan mucho en llegar a escena.
47
Ronin es una leyenda, un mito de honor y lucha que al ser transformado en una
producción con miras a ser mundialmente entendida se “adapta” al estilo
occidental y se privilegia la lucha guerrera, la intriga y la formación del
héroe pero eso desvirtúa en cierto sentido los contenidos originales. Y ahí es
donde se articula la ligera inflexión en
donde reside el arte de saber contar una historia sin traicionarla.
De esta
manera los 47 Ronin, que son estos guerreros samuráis dejados “huérfanos” en virtud
de que su amo Lord Asano, (Tanaka) es víctima de la ambición de un perverso noble,
Lord Kira (Asano), gracias a los trabajos
de su bruja de cabecera (Kikuchi) que logra poner a Asano en una denigrante posición
de entredicho. Con su honor destrozado y sin mejor salida, Asano opta por una opción
definitiva, que al menos restaurará el honor de su familia.
Tras de
eso, los guerreros son dispersos y expatriados y su máximo líder Oishi (Sanada)
encarcelado por un año, mientras que la hija de Asano, Mika (Shibasaki) llora
su pena y puede casarse por la fuerza con el malvado Kira.
Pero Oishi
sale de la cárcel y con la ayuda de reúne a los guerreros para enfrentar a
Kira e impedir la boda de Mika. Todo esto sabiendo de antemano que cualquier
acción contra Kira sería gravemente penalizada por el máximo shogun. Aún
sabiendo que están en desventaja, y que su destino está marcado de antemano,
los 47 guerreros optan por vengarse y restaurar la gloria plena de su amo:
Asano.
Pero mientras
eso pasa, la cinta pierde el rumbo y la calidez. Sin mencionar que la historia de amor entre Mika y Kai que
siempre hubiera sido una buena tabla de salvación para cuando se hubiesen
querido sacar las cosas adelante, es
casi un colateral. Keanu y Shibasaki tienen escasos momentos para, ya no
digamos incendiar la pantalla con deseo y pasión, sino al menos calentar esta
cinta que tarda demasiado en tomar temperatura y que no acaba por construir ni
a sus personajes ni sus secuencias de acción. Ni a proyectar adecuadamente la
ideología que se encierra tras la leyenda
Director: Carl Rinsch
País: Estados Unidos
Año: 2013
Género: Aventuras/acción/épico
Duración: 1 hr. 59
min.
Clasificación: Mayores de 13
Fecha de
estreno en México: 31 de enero
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