Kenny Waters (Sam Rockwell) ha estado en la cárcel desde 1983, pero se presume inocente. Nadie cree que lo sea a excepción de su hermana Betty Anne (Hilary Swank), quien será la única que podrá liberarlo, por lo que decide dar un giro a su vida y estudiar derecho para defenderlo
Betty Anne está determinada a reinventarse en un mundo desconocido pagando un costo bastante alto, como su matrimonio. Su historia es inspiradora, es algo que se goza ver en pantalla porque pocas veces podemos presenciarlo en la realidad estable que nos gusta. Poner todo en riesgo es algo que todos quisimos hacer en algún momento.
Hermanos por siempre se basó en una historia verdadera, pero la suaviza, la enternece y dulcifica. Presenta actuaciones excepcionales, Hilary Swank (Golpes del destino, 2004) domina su papel y logra una empatía en el espectador como bien sabe hacerlo, pero quien definitivamente da la ferocidad y profundidad a la cinta es Sam Rockwell (Moon, 2009), quien entrega una interpretación que arrebata protagonismo.
El juicio que debe enfrentar Kenny no es sólo uno legal, sino moral; además del juez, todo espectador tendrá que tomar una postura en cuanto a sus argumentos y justificaciones. Las escenas dentro de la corte atrapan con discursos bien elaborados que logran un clímax muy bien construido.
La historia logra entrometerse en aspectos personales que despertarán sentimientos, la urgencia y desesperación están plasmadas en pantalla ante la imposibilidad de Kenny por demostrar su inocencia. La realidad del caso sorprende, pues más de una coincidencia llevan a encontrar el camino para pelear por la justicia que Betty Anne quiere aplicar a su hermano.
Hoy, fuera de la pantalla, Betty Anne aún trabaja en casos de presos que fueron injustamente encarcelados.
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