Por Julia Elena Melche.
Con el deseo de dar voz a los migrantes que se juegan la
vida en travesías infernales al cruzar el territorio mexicano, sin documentos y
con apenas algo de dinero para lograr el “sueño americano” en busca de una vida
mejor, el realizador español y afincado en México Diego Quemada-Diez, lleva a
la pantalla un devastador drama con aire de documental, a partir de los cientos
de testimonios de migrantes que participaron en el proceso creativo de la
cinta.
A los notables ecos dolorosos sobre el tema de la migración de
indocumentados como Norteado (Perezcano, 09), Sin nombre (Fukunaga, 09) y Los
bastardos (Escalante, 11), el
trabajo de Quemada-Diez, su primer largometraje, toma distancias y se inclina
por un realismo en seco, sin hacer concesión alguna al sentimentalismo y
alejándose con acierto de cualquier truco melodramático, apoyado en gran
medida, por la elocuencia y naturalidad de sus protagonistas sin ninguna
experiencia actoral.
En el rol de Sara, Karen Martínez de 17 años, es una
activista política en Guatemala y hace teatro callejero con enfoque social. En
el papel de Juan, el jovencito Brandon López, destacó por su capacidad para
improvisar, la fuerza de su mirada y su talento en la expresión verbal y
corporal. Ambos provienen de zonas marginales de la capital guatemalteca.
Por
su parte, Chauk es interpretado por Rodolfo Domínguez, un chico tzotzil de 16
años que salió por primera vez de las montañas chiapanecas y llamó la atención por su profunda identidad
étnica hacia su cultura indígena, su carisma y su humanidad.
Así, estos tres
jovencitos emprenden una dificultosa aventura en tierras hostiles a bordo de la
Bestia, caminando, siendo víctimas del abuso de las autoridades fronterizas, de
criminales que los despojan de sus escasas pertenencias y del crimen organizado
que los utiliza como mulas para luego abandonarlos en medio del desierto.
Con
el apoyo de la magnífica fotografía de María Secco, quien no escatima en
utilizar la cámara en mano, el cineasta consigue una fuerza inusitada en las
imágenes de un realismo puro, capturando las emociones de los protagonistas.
A
la incapacidad de Juan y Sara para entender el dialecto de Chauk, se une el
amor inconfeso de Juan hacía Sara, los sueños de Chauk con la nieve y las
demostraciones de nobleza, generosidad y amistad entre los dos muchachos, pero
también está presente un temor constante y la incertidumbre del destino final
de su viaje.
Con más de 40 premios nacionales e internacionales, entre ellos,
el de la sección “Una cierta mirada” en el Festival de Cannes a la mejor
interpretación, La jaula de oro se ha convertido en una de las películas
mexicanas más galardonas en toda la historia.
Un filme que debe verse por la
implacable dureza de la situación que describe y la autenticidad de sus
personajes. Una obra maestra.
El director Diego Quemada-Diez con el reparto.
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